jueves, 3 de septiembre de 2009

De cuando fui funcionario público

Creo que ya comenté sobre mi renovación en lecturas anteriores. Releer (si acaso la palabra es válida, porque en cada lectura uno aprende cosas que antes no se percató) es ahora mi misión.

Antiguas letras que me emocionan.

Afuera, acá en Cajeme, llueve y eso me produce algo así como saudade. Como ya lo sabemos, esa palabra en portugués (y creo que también en Gallego) describe una profunda melancolía provocada por una ausencia o una alegría anterior que no regresa.

Así estoy con tanta lluvia. Y eso que no ando por Guaymas donde se dice, rompieron récord estatal en precipitaciones pluviales y a lo mejor, con tanto chipi-chipi de Jimena la Tormentosa, hasta hubiese contribuido yo con dos o tres lacrimosas gotas al torrente de 522 mm. de agua, siendo lo que sea que signifique lo anterior.

Y para no estar así, para no contagiar a nadie y como dicen algunos que afirman que la lectura alivia y puede con todo, les comparto un escrito de Julio Cortázar, en su Historia de Cronopios y de Famas. Recordando que, el argentino nacido en Bruselas, escribió esto donde, grosso modo; los famas son una especie de ricos, los cronopios la clase media y las esperanzas los pobres.

Yo me reí mucho, quizá recordando los tiempos en los que fui Servidor Público.


Inconvenientes en los servicios públicos

De Julio Cortázar... Por supuesto..   

 Vea lo que pasa cuando se confía en los cronopios. Apenas lo habían nombrado Director General de Radiodifusión, este cronopio llamó a unos traductores de la calle San Martín y les hizo traducir todos los textos, avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular en la Argentina.
    A las ocho de la mañana los famas empezaron a encender sus receptores, deseosos de escuchar los boletines así como los anuncios del Geniol y del Aceite Cocinero que es de todos el primero. Y los escucharon, pero en rumano, de modo que solamente entendían la marca del producto. Profundamente asombrados, los famas sacudían los receptores pero todo seguía en rumano, hasta el tango Esta noche me emborracho, y el teléfono de la Dirección General de Radiodifusión estaba atendido por una señorita que contestaba en rumano a las clamorosas reclamaciones, con lo cual se fomentaba una confusión padre.
    Enterado de esto el Superior Gobierno mandó fusilar al cronopio que así mancillaba las tradiciones de la patria. Por desgracia el pelotón estaba formado por cronopios conscriptos, que en vez de tirar sobre el ex Director General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales de marina y a un farmacéutico. Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue debidamente fusilado, y en su reemplazo se designó a un distinguido autor de canciones folklóricas y de un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció el idioma nacional en la radiotelefonía, pero pasó que los famas habían perdido la confianza y casi no encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas por naturaleza, habían comprado diccionarios y manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y de la señora Lupescu. El rumano se puso de moda a pesar de la cólera del Superior Gobierno, y a la tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que dejaban caer sus lágrimas y sus tarjetas donde proliferaban nombres conocidos en Bucarest, ciudad de filatelistas y atentados.


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