viernes, 1 de enero de 2010

Por favor, miéntenme la madre…


Palabras mayores

Bécker García

“Escribo también sobre lo que ya no puede volver”

David Grossman


Yo inicié mi incursión en esto de escribir, gracias a varios mal entendidos.

El primero, fue por culpa de un celular, allá por 1995, el cual me robó el hermano de un poderoso político y, como no le costaban las llamadas, nada mas le faltó llamar a sus parientes en el Congo.

Indignado, seguí una a una sus llamadas hasta descubrir de quien se trataba.

“Hazle como quieras – me dijo – , mi hermano te puede desaparecer en un segundo”, y de pronto sentí como cuando por vez primera probé los chiltepines.

Cuando ya no hubo nada por hacer, escribí la carta a un periódico, detallando cada uno de los hechos. La editora me dijo: “esto es una columna ciudadana, ¿la publico como tal?”; y cada semana desde entonces, durante varios años, los domingos, enviaba mi colaboración.

El segundo mal entendido, fue cuando a Ciudad Obregón llegó un escritor a impartir un taller de escritura. Rafael Ramírez Heredia (que Dios me lo tenga a fuego manso) solo pedía como requisito para entrarle, un escrito. Lo que sea, me dijeron, desde un poema hasta una novela, pero también puedes llevar una de tus columnas.

El primer día, viernes, fui nada mas a observar. El sábado llegué con un “cuentito” escrito a las volandas y con una “cruda” horrible.

Luego de leerlo, el Rayo McCoy me preguntó:

- ¿Qué hizo usted ayer al salir de aquí?

- Me fui a jugar con mis amigos al dominó y luego a escribir.

- Siga, jugando dominó, usted nunca va a ser escritor

Y rompió en dos partes mi “cuentito”.

Otra vez el chiltepinero sentimiento. El lunes, me fui a la Biblioteca Pública a buscar cómo era que se escribía un cuento y las diferencias entre los distintos géneros.

Para el siguiente mes y durante los restantes once que duró el taller, Rafael me fue llevando en mis lecturas y en mis escrituras, y me hice también cómplice de Margarita Araux quien me corregía sin descanso.

En diciembre, en una cena despedida, Rafael le dijo a mi esposa que me diera la oportunidad de escribir durante todo un año. “Si no hace nada en ese tiempo, lo mandas al carajo, pero si hace algo, la vida te va a cambiar”.

Durante el año de 1997, leía de 4 a 6 horas diarias y escribía otro tanto. Al final, un librito de 100 cuartillas estaba listo para entrar a un concurso. No sé como estaban los otros concursantes – imagino que pésimos – , pero lo gané.

El tercer mal entendido fue cuando me vi, ya con mi premio y libro bajo el brazo, trabajando como periodista en mi tiempo libre, mientras dedicaba el más a terminar una novela.

Un amigo me coló en un periódico. De inicio yo no me di cuenta, pero con el tiempo supe que el periodismo y la literatura suelens ser amantes discrepantes. Uno es tan celoso como el otro, y, si quieres hacerlo bien, tendrás que renunciar a uno de los dos, o a todo lo demás.

Por eso este año que recién inicia, he hecho el firme propósito de escribir muchas más horas, para ver si plasmo en papel y tinta, la novela que tengo guardada durante 12 años.

Yo sé que uno no debería decir este tipo de cosas, sino solo hacerlas. Pero pasa, como siempre, que sólo tus amigos son los que en realidad te leen en serio y hasta te creen un poco.

Y para ellos, van dos peticiones: Una, que me perdonen si en el 2010 renuncio a ellos, a nuestras etílicas noches, nuestros fatigosos días, las comilonas y a las largas discusiones sin sentido, porque estaré, la mayor parte del tiempo, escribiendo y leyendo.

La segunda; mucho mas sencilla y deleitante; si al finalizar el año no he terminado mi quehacer, entonces, por favor, miéntenme la madre.

Salud…


Para columnas anteriores favor revisar: http://beckergarcia.blogspot.com

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