domingo, 14 de febrero de 2016

El Chapo quería ver al Papa Francisco


(Crónica imaginada)
Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, con voz cansada le asegura a uno de sus guardias que él es católico: de hecho, murmura, “yo he ayudado a construir muchas iglesias”

Luego de que en las imágenes de su última fuga de Almoloya, donde se apreciaba una Tablet, las autoridades que lo recapturaron, no quieren ver colgadas su sangrantes cabezas en la esquina de la Opinión Pública y de la Burla, sin número, y han ordenado, tajantes, que en  la fría celda, los únicos aparatos que deben funcionar, ahora sí, permanentemente y al 100% (sobre todo el alcance de la vista), sean las cámaras de vigilancia. Nada de privilegios, dijeron.

Pero Joaquín insiste: suplica casi; quiere ver en vivo la llegada del Papa Francisco a México aunque sea en una televisión no digital.

El Papa Francisco arribó a la Ciudad de México el viernes 12 de febrero, a las 19:20 de la tarde. Fue recibido en el hangar presidencial por el Presidente Enrique Peña Nieto, su esposa, Angélica Rivera, además de la totalidad del gabinete Federal, cientos de funcionarios (VIP, no chalanes); miembros de la curía mexicana; diputados federales que charolearon (al cabos ni saben) para estar presentes en la recepción. 
También, hubo niños, mariachis, guardias presidenciales con sus chicharos en el oído y discretos miembros de la Guardia Suiza, eso sí, sin sus uniformes azul y amarillo que datan desde el siglo XVI.

El Chapo Guzmán no pudo verlo, porque ahora ya no le permiten usar smartphones dentro del penal (supongo Kate sufre), pero las redes sociales se inundaron con selfies de políticos que se autorretraban con el Papa.
Sonrientes, plenos, casi se podría decir que una aureola emanaba de sus cuerpos, y sintiéndose santificados al verlo, aunque fuera desde lejos, se creyeron mejores. Atrás habían quedado para ellos, los políticos, sus actos de corrupción, sus pugnas intestinas, su irrespeto a la dignidad humana y el cinismo con que transan, incluso, con los subordinados del Chapo (que no podía verlos).
Ningún político que se respete así mismo y a su futuro, dejó de darle la bienvenida al Papa, aunque fuera vía Twitter.

Joaquín Guzmán aduce que su nombre, viene en honor a San Joaquín, el Padre de la Virgen María y luego entonces, abuelo de Jesús. Nada, pescadito.
Pero ni ese argumento le vale para que le permitan, de alguna manera, mirar la bienvenida del Papa a la Ciudad de México. Está frustrado, y su voz se achica y la pierde en la súplica sin eco.

Por lo mismo Guzmán Loera no pudo darse cuenta del sencillo caminar del Papa a su llegada a nuestro país. Ataviado con su humilde sotana y solideo blanco, mientras era recibido por un Presidente luciendo traje negro, corbata azul a rayas y su esposa (“omaigod”), de vestido y abrigo albo, violando las reglas del protocolo.
Y se dan vuelo las redes sociales, donde preguntan si acaso algún trasnochado consultor de imagen la habrá sugerido esa vestimenta a la primera dama para obtener canonjías por imitación.  
Ella no lo sabe,  pero sólo a las reinas de un país católico, se les permite, por el llamado “privilége du blanc”, vestir con ese color, no con el oscuro que se les exige a las consortes plebeyas, por más que vivan en un palacio al que ahora llaman la Casa Blanca (la de ella, obvio).

Joaquín Archivaldo permanece en su celda, según se aprecia en las cámaras de seguridad,  está sentado, encorvado sobre su cuerpo, y se frota las manos. El frío es intenso y se siente más entre estas paredes grises, como también lo sienten los miles de personas que acampan en las aceras por donde va a pasar la comitiva del Papa, así como en el Zócalo a donde irá al día siguiente.

El Papa se retira del hangar presidencial a descansar a la sede de la Nunciatura apostólica. En las redes (tan irreverentes), la gente se pregunta si ahí, se tomará su copita de tequila.

Mientras, algún Secretario recibe un mensaje en su Smartphone.
-       Pide el detenido CQ9850 tener acceso a mirar la visita del Papa
La respuesta vuela de los dedos al teclado y de ahí al interlocutor
-        Denle facilidades, a ver si aprende algo el cabrón…




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