Palabras mayores
Bécker García
Los 5 granadazos en Cajeme, vinieron a mover el ya de por sí accidentado panorama de Seguridad Pública en el municipio en lo particular, y en el Estado en lo general.
A estos, se le suman aquellos, de hace unos cuantos días, también en martes, y que fueron detonados en varias ciudades del Estado como Navojoa, Hermosillo y Cananea, y en los cuales, afortunadamente, no hubo víctimas que lamentar.
La misma fortuna corrieron los que el día de anteayer, explotaron en Edificios públicos en Ciudad Obregón.
A pesar de las muchas conjeturas realizadas, siento que la más socorrida de todas, la que habla de una venganza del grupo de Beltrán Leyva por la muerte del mayor de los hermanos, de nombre Arturo, no lo es tanto.
El poder del narcotráfico se basa en intimidar al Gobierno y a enemigos, para controlar áreas geográficas de su intéres, como rutas o plazas donde puedan accionar. Ellos tienen el suficiente poder como amedrentar a quien se les ponga enfrente, pero, con la premisa básica de no enfrentar al Gobierno, más allá de lo estrictamente necesario, porque es éste, a través de todas sus fuerzas de ataque y prevención (incluida la Defensa Nacional), el único poder que se le compara (y supera, claro que sí) en fuerza, movilización y logística.
Y digámoslo claro: Las fuerzas menores del Estado, entendidas como Gobiernos Municipales o Estatales, poco o nada tienen que hacer en este combate que los supera en todos los sentidos. El pleito frontal del Gobierno viene desde las fuerzas Federales, de otra manera, la lucha estaría pérdida de antemano.
Entonces, muchas de las veces los gobiernos menores solo pueden ser observadores de la lucha, y participar, sí, en atacar a cierta parte del narcomenudeo, en la vigilancia e investigación preventiva, en impedir actos sospechosos (vgr. carros sin placas) e impedir desmanes hechos por narcos pequeños que se creen invencibles.
Empero, surge un problema que a veces las autoridades menores y los delincuentes no entienden ni dimensionan, ni de una parte ni de otra. La codicia (porque al final de cuentas esta es una guerra de este tipo) sobre los grandes montos movidos y producto de este trasiego demencial, presuponen acuerdos entre muchos.
Cuando se dan cambios de gobierno, el narco “prueba” a los nuevos inquilinos de los edificios públicos con actos intimidatorios, para sabe de que están hechos y saber cuál será o hasta donde será, su capacidad de operar sin problemas.
Pero también, en esta guerra hay muchos facultosos, quienes pretenden “vender” una plaza a cierto grupo y no entienden que hay muchos poderes más grandes, de facto e institucionales, que tarde o temprano exigirán su coto, aún en contra de convenios previos realizados al alimón.
Cuando la guerra se radicaliza por hechos como el de la muerte de Leyva Beltrán, todos los acuerdos entre autoridades corruptas y delincuentes, pasa al olvido, porque las piezas se reacomodan.
Cuando el Estado (entendido en este caso como el Gobierno Federal) se siente amenazado, despliega todo su poder para “cazar” a aquellos que lo intimidan y no permiten la paz de sus conciudadanos, porque, para el caso, el monopolio de la fuerza del Estado, es el último reducto de un país que se respete y quiera mantener los equilibrios de tranquilidad y paz en el proceso de crecimiento.
Pero el Gobierno Federal no puede permitirse errores de primaria, como los cometidos hace unos días, cuando se filtraron fotografías de la muerte de uno de los narcotraficantes más buscados del mundo, Arturo Beltrán Leyva.
Como es entendible, el dolor de los miembros de la citada banda, debió ser grande, pues, aunque y para el caso, ellos saben de antemano que quien entra en esto, su salida normal, previsible, es la muerte o el encarcelamiento, mas, si hablamos de un “oficio” don las traiciones y venganzas están a la orden del día.
El Gobierno debe mantener dentro de esta lucha, los cánones dictados por los Derechos Humanos porque, aún cuando sean delincuentes, son personas y por tanto, debe preservar la dignidad de todos los participantes para no romper las últimas reglas que le quedan a la cruenta pelea.
La reacción de la gente de los Beltrán Leyva fue terrible. Asesinaron a la familia de uno de los marinos participantes en el combate, al cual, horas antes, el torpe Gobierno Federal le hizo un reconocimiento Público y con ello, proporcionaron los datos de sus parientes, incluida la madre.
Por lo mismo, no creo que el ataque con granadas en Sonora sea una represalia por la muerte del llamado Jefe de Jefes, sino que, con el reacomodo de fuerzas, quizás están tratando de llamar la atención y tal vez cobrar acuerdos previos que no se cumplen y que, con estos mensajes menores, anuncian la fuerza tal para cobrar con verdadera saña.
Para columnas anteriores favor revisar: http://beckergarcia.blogspot.com
Me parece muy acertado tu análisis. Me parece que el reacomodo de fuerzas en Sonora será terrible y durará dos o más años. Saludos.
ResponderEliminar