lunes, 21 de diciembre de 2009

A Alex Valdez como al Nuevo Sonora, les falta esquina..

Palabras mayores

Bécker García

’Yo no quiero noquear a mi adversario; quiero pegarle, alejarme y mirar como le duele. Yo quiero su corazón’’

Joe Frazier


Si hubiera nacido bajo otras circunstancias, quizá en una ciudad más grande, probablemente hubiese sido comentario de box profesional, porque me ecanta narrar peleas. Antes y hasta el sábado pasado, las reseñaba imaginariamente viendolas mor la televisión, porque nunca me había tocado en suerte la oportunidad de hacerlo por radio, desde el Centro de Usos Múltiples de Cajeme, en vivo, como ocurrió con la pelea en la que el sonorense, Alex Valdez, disputó el título interino de peso gallo de la AMB, contra el venezolano Neomar Cermeño.

Algo tiene el boxeo que atrae a hombres y mujeres de todas las clases y condiciones sociales. En la literatura, y solo por poner un ejemplo, han existido grandes narradores que abordan temas dedicados a esto, como el caso de Jack London y su excelente cuento, “Por un bistec”, donde cuenta la vida de Tom King, un boxeador empobrecido que, de haber cenado un buen pedazo de carne antes de su pelea, hubiese ganado 50 libras esterlinas, suficientes para pagar sus deudas. Pero le faltó energía.

Ernest Hemmingway, por su parte, aparte de ser practicante del intercambio de puños bajo ciertas reglas, también escribió varias historias de boxeadores.

La primer pelea que miré en vivo, ocurrió hace muchos años. David “el Macetón” Cabrera, exponía su título nacional semi pesado ante el sonorense, Ariel “El flash” Fabela.

El de Juchitán, tenía una secuela de polio en una de sus piernas y por tanto, esto lo hacía arrastrarla por el ring. Fabela, rápido para su peso, desde la primera campanada urdió su estrategia; entrar y salir, golpeando a su – por obvias razones – lento adversario.

Así lo hizo durante el primer minuto del combate, hasta que, al frisar los siguientes sesenta segundos, conecta un duro golpe en la humanidad de Cabrera. Este, abrió los pequeños ojos hasta convertirlos en un par de ardientes ascuas, arrastró la pierna en paso lateral, le cerró la salida al brincador Fabela y le conectó un volado de derecha que esparció por el ring sangre y sudor en perlas, y con ojos en blanco, ahora el retador soñaba con nubes de algodón en rosa, mientras El Macetón, tranquilo, arrastrando su blandengue pierna, esperaba, paciente, la cuenta de diez que bien podría haber sido hasta mil y sin respuesta.

Cermeño vino a Sonora para hacer bien su marrullero trabajo. Apenas amaneciendo, el primer round, su cabeza se estrella con la ceja derecha de Valdez. La sangre fluye por el rostro del sonorense. Para el segundo, el venezolano conecta un upper cortito y tumba a su oponente para la cuenta de protección.

Y entonces la estrategia de la esquina del campeón cambia. Corre (le han de haber dicho), en círculos contrarios a las manecillas del reloj. Y así lo hizo durante los siguientes 9 rounds.

Cermeño corre, Valdez lo persigue, tira largos golpes a la cabeza y en la salida, es alcanzado de nuevo en su sangrante tajo y el líquido rojo le roba las fuerzas del cuerpo.

El de Caracas sabe a lo que viene. Mientras el abrazo progresa, restriega la cabeza en torno a la herida y el de Obregón no entiende, porque no se lo han dicho en su esquina, que la cabeza cae luego de golpear al cuerpo. Se lo quiere acabar de un solo golpe y se olvida que, en esta pelea, el del alcance, el de la técnica, el del boxeo, el del gancho al hígado es él, y no su marrullero contrincante. Nunca, ni por asomo, golpeó las permitidas partes blandas.

Hasta el undécimo, la pelea sigue siendo un acertijo para Alex. Entonces, en un abrazo sucede lo increíble. Neomar, como si fuera peleador de kick boxing, levanta la rodilla buscando las partes nobles de su oponente y el réferi, al fin, se da cuenta que puede sancionar con un punto menos al tramposo y lo hace.

El de Obregón se ofusca, reclama, se indigna y se enfurece, olvidando que, en esto como en el amor, el que se enoja pierde. Y en el pecado; la penitencia. De la esquina del caraqueño, le dan orden. Ataca, síguelo, no lo sueltes. Y los golpes entran todos en la humanidad de Valdez quien se mira sorprendido, y no alcanza a adivinar el cómo ni por donde hasta que, en esquina neutral, el volado de derecha encuentra el botón tan pretendido y cae, en sus propias piernas, mientras y para remachar las mañas, su oponente le da un golpe en la cabeza que lo manda al hospital.

A Valdez, teniendo todo para ganar, le faltó esquina.

Y de pronto pienso, y la imagen de este Nuevo Sonora se me viene a la cabeza, y es que estos, también teniendo todo para ganar, a veces parece que se quieren comer el mundo a bocanadas y no hay esquina posible que les diga, que en el gobierno, en el box y como con la vida, todo es cuestión de táctica y estrategia.

Para columnas anteriores favor revisar: http://beckergarcia.blogspot.com

Gracias…

1 comentario: