En el año de 1979, me tocó votar por primera vez en mi vida;
recuerdo que, acudí junto a mi padre a la casilla donde habría que emitir el
sufragio, y lo hice en silencio, con ese intrínseco valor de la primera vez.
¿por quién votaste? Me preguntó mi padre, cuando le dije que por Adalberto, él,
siempre tan del PRI, se quiso morir.
La respuesta vino unos meses después, cuando Adalberto, ya instalado
en el poder, tomó muchas decisiones populistas, conformando un gabinete
facilote, con puestos por amiguismo o por no tener más, y, lo que se suponía un
cambio, fue más de lo mismo solo que maquillado. Un Fox adelantado, pues.
Gesto nimio, pero fue entonces que puse especial atención a
Adalberto Rosas y a su muy popular forma de gobernar.
Claro, me atraía que los jóvenes pudiéramos verlo por las
noches, montado en una patrulla y vigilando que los policías no hicieran de las
suyas, que cuando el sistema príista le cerraba las puertas de los noticiarios,
él se metía por las ventanas y cosas así de ocurrentes y efectivas.
Y conocía también de los cientos de personas que eran atendidos
por Adalberto y a los cuales les buscaba una solución de fondo, siempre y
cuando estuviera a su alcance; así Adalberto cambió miles de destinos con una
beca, una recomendación para un trabajo o simplemente, un buen consejo.
Mi esposa Almita es prueba de ello; Adalberto le ayudo a
ingresar al ITSON, de dónde emergió como Licenciada en Administración y hoy
tiene una maestría en Administración Pública y una especialidad en Mediación.
Ella, me cuenta, de no haber sido por Adalberto, hubiese estudiado enfermería o
cultora de belleza, algo que no desgastara mucho a sus padre que lidiaban con
12 hijos en edad escolar.
Sin embargo y a pesar de todo, para cuando Adalberto se lanzó
como candidato a la gubernatura, yo no voté por él, no porque no tuviera un
innegable carisma, sino porque para mí, Sonora necesitaba de un administrador,
no un hombre populista que aparte había recorrido Sonora a píe, sin entender
aún con que objetivo.
Así, en 1985, a Adalberto le robaron en la mesa sus votos,
quitando la posibilidad de ser el primero gobernador de otro partido que no
fuera el PRI en todo México.
Hubo también un tiempo en donde Adalberto tuvo su contrasentido: católico
practicante, pero moderado, militó en el partido sinarquista PSD (derecha extrema
católico mocho recalcitrante), y hasta sonó para ser candidato a la
Presidencia.
Entonces escribí que, electoralmente, Adalberto ya no era un buen
candidato, sobre todo porque muchos de los nuevos votantes apenas lo conocían.
Tampoco entendí porque con el tiempo, Adalberto se cobijó con personas
militantes de aquél Partido Laboral Mexicano, de corte Larouchista, con
bastantes contrasentido, medio de izquierda, antisemita y otras linduras, y se
lo dije abiertamente a él y a Alberto Vizcarra, su alter ego e ideólogo de
cabecera, cuando se tocó el tema de impedir el trasvase de agua del Novillo a
Hermosillo; hasta la fecha, ellos, siguen exigiendo trasvasar agua de Sinaloa a
Sonora. Contrasentido, ¿no?
Pero bueno, nunca escribas bajo el influjo de la pasión, aconseja Horacio
Quiroga, y a pesar de que no creo en ese Adalberto perfecto y héroe que muchos
han dibujado, sino en el hombre que aprovechó oportunidades para hacer el bien,
que fue fiel hasta donde pudo con sus ideales y que solía tener la guasa en la
boca, producto de una rápida y divertida inteligencia, lo admiro más como un verdadero
ser humano que tocó vidas y las cambió para bien y eso, acá en nuestra tierra,
es más que suficiente para recordarlo por siempre.
FAOT
Momento, yo no dije que el FAOT haya estado mal. Yo dije que los Ángeles
Azules, un grupo cumbiero, por más populachero que sea, no me gusta y menos,
con ese megafraude (inventado por OCESA para revivirlos) que supone la cumbia
sinfónica, la cual, con su música de dos tonos, no abona al arte ni a la
apreciación musical.
¿Qué se llenó? Pues que bueno, ¿no? ¿Qué me hubiera gustado más (y si de
popular se trata) Manzanero Sinfónico? Pues sí, mil veces.
Por lo demás, felicidades a Mario
Welfo del ISC y a Claudia Pavlovich que están haciendo un buen esfuerzo por
rescatar el festival que Padrés se empeñó en demeritar.
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