El pasado domingo, 15 de enero, Almita Mijita, mi esposa, cumplió años. Como suele hacer todo en la vida, los cumplió con un garbo y un donaire, que ya los quisiera cualquier quinceañera que no fuera Ruby, porque a ella, hasta le regalaron un carro.
Un día antes, el sábado, junto a treinta amigos, viajamos en
moto al Fuerte de Los Montesclaros, Sinaloa, un pueblo mágico.
Viajar en moto es una experiencia inolvidable. Cuando me preguntan
porqué, yo no encuentro otra explicación que no sea compararme con un perro,
cualquier perro, sacando la cabeza por la ventana de un auto o por la caja de
una pickup, lo disfrutan muchísimo, ¿verdad?
Como sea, viajar en moto requiere de todos los sentidos puestos
en la carretera, previendo cualquier cosa que pueda pasar con antelación,
porque los accidentes suelen ser dolorosos. Entonces ahí va uno, sin pensar en
otra cosa que no sea lo que hará el tráiler de enfrente o como frenará el
vehículo que viaja en tu mismo sentido o cuidar que en la curva no se te vaya
aparecer nadie invadiendo tu carril. Es decir, ni siquiera tienes tiempo de
pensar en el aumento de la gasolina o en que Donald Trump nos tomó a los
mexicanos de sus puerquitos mientras, el flamante nuevo e inexperto (él lo
dijo) Secretario de Relaciones Exteriores, Luís Videgaray, compra un cajón de
bolero para darle ídem al futuro presidente de los Estados Unidos, lo cual es
una absoluta vergüenza.
Y pasó como Videgaray, en este grupo, viajó por primera vez un
Doctor del cual no digo su nombre, quien antes de llegar al Fuerte, tomó una
curva con poca pericia y terminó en el suelo. Las lenguas de doble filo dicen
que antes de iniciar el viaje, preguntó como se toman las curvas y el Nacho Miranda,
le aconsejó: “tómala de frente, y así la cortas”.
Las motos suelen ser peligrosas, sobre todo porque mucha gente
piensa que son un poco más que las bicicletas pero mucho menos que los carros
y, hasta los que vienen en vocho, te pierden el respeto y eso es grave.
Tengo una amiga de Facebook, médica internista, quien me dice
que las motos son cosas del diablo y yo suelo responderle que vivir en sí es
peligroso, y, hasta me da la razón cuando me cuenta que en el Hospital del
IMSS, Luís Donaldo Colosio, justo en la entrada, existe un techo que se cae a
pedazos y nadie hace nada por repararlo. A ella misma y a un compañero, estuvo
a punto de apachurrarlos una plancha desprendida desde las alturas. Cancelaron
unos días el paso con una cinta amarilla y, sin hacer nada, lo volvieron abrir.
Digo, cuando menos en la moto, puedes prever ciertas cosas y divertirte, pero,
que te caiga un pedazo de techo en un hospital, creo que es poco divertido.
Un amigo me dijo; “Eso de tener moto a tu edad, es para querer
llamar la atención de los mujeres, como el que se compra un auto deportivo: se
ven ridículos” Pues fíjense que no; si usted piensa en comprar una moto para
llamar la atención de alguna mujer, está sumamente equivocado. Le podría pasar
como a un motociclista que invirtió una buena cantidad comprando las maletas
para su moto (esas cajas que traen atrás para viajar) y, en la primera
estacionada una señora joven y guapa le preguntó: “¿Es suya la moto?”, a lo
cual mi amigo hinchó el pecho y respondió que sí, para que luego la misma
señora agregara: “¿Y que vendes, pizzas o sushis?”. Para el 99% de las mujeres
la moto solo sirve para eso, así que, si tiene esas intenciones, mejor compre
un Mustang.
El Pixie, ajonjolí de muchos y selectivos moles, consiguió
entrada a conocer la presa Luis Donaldo Colosio o Huites, la cual es una
verdadera maravilla de ingeniería.
El caso es que, luego de rodar 700 kms., llegué a mi casa y
alcancé la comida que mi carnal y compadre José Carlos preparó para la Almita,
una discada para chuparse los dedos.
Yo estaba feliz viendo a mi esposa muy contenta, rodeada de sus
hermanas y de su madre, de Romina nuestra hija que viene a dar un curso de
pintura mural, además de amigos y familiares y, viendo su felicidad, me prometí
trabajar el doble este 2017, sin importarme el gasolinazo o que el dólar esté a
22 pesos. Creo que esto, de las repetidas crisis en México, solo se resuelve en
la medida en que uno le eche ganas, cumpla con lo su parte ciudadana y, además,
trabajando muy duro.
No hay de otra. Felicidades para Almita Mijita.
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