martes, 7 de febrero de 2017

Manual para cruzar la línea con USA


A Porfirio Díaz se la atribuye la frase, “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Para quienes vivimos cerca de la frontera y por lo mismo tenemos acceso a visitar ese país, de compras o viaje turístico, podríamos parafrasear: “Pobre de nosotros si a la pasada nos toca un pocho-gringo”
Según Octavio Paz en su Laberinto de la Soledad, al Norteamericano se le somete desde su más tierna edad a procesos de adaptación a una sociedad formada por migrantes y por tanto, con una cultura sin el raigambre ancestral de otras como la europeas o asiáticas, todo es novedoso e imitativo. Así, cada nuevo integrante de esa sociedad, se somete a patrones de conducta, en su búsqueda de aceptación, con un fuerza mayor que aquellos que la dictan.
Por eso el mexicano naturalizado norteamericano, en su gran mayoría, sigue a píe juntillas las reglas del juego y se ensaña, cuando puede, con sus ex paisanos, en una cultura como la gringa, predominantemente alimentada de odio.
Y mientras al norteamericano se le olvidan sus ancestros que alguna vez fueron inmigrantes, para ellos, el mal de Estados Unidos viene de fuera y hay que implementar las reglas para que nadie más comparta ese sueño americano que alguna vez buscaron sus padres.
En el año 2015, antes de las elecciones estadounidenses, Renée Angélica García impartió una conferencia en la ULSA, donde aseguró que en Estados Unidos, el único que podría tener asegurado un triunfo en las elecciones, era Donald Trump, y explicaba que su teoría se basa en el odio promovido como sentimiento de razón: “Cuando hay algo que defender, se apela a nuestros instintos más primitivos de supervivencia. Entramos en un sistema de alerta extrema y tomamos las acciones necesarias para que, lo que tenemos en el momento, no cambie” Eso pasó con Trump: apeló a que los musulmanes, los mexicanos, los centroamericanos y demás extranjeros, iban a Estados Unidos a arrebatarle a los suyos lo que ya tenían o a violentar su vida. Trump nunca se puso a meditar (y pocos lo hicieron) que él mismo y su esposa, tienen raíces en otros países.
Después del 11 de Septiembre, la mayoría de los norteamericanos blancos (que fueron el 70% de los votos) asimilaron que, en su país, los migrantes venían a aniquilarlos.
Entonces ¿qué pasa con nuestros ex compatriotas ahora ciudadanos norteamericanos? Pues que trataran de mimetizarse con sus compañeros blancos, para distinguirse del enemigo y, mientras más duros sean con nosotros los mexicanos, creerán que tendrán una mayor aceptación, cuando, pobres, en lo general no dejan de ser brownies criminales y violadores que le roban el trabajo a los verdaderos blancos.
Y tenemos el ejemplo de lo que ocurrió en una rueda de prensa de Donald Trump: al periodista Jorge Ramos, hispano, le prohibió el usa de la palabra y le dijo abiertamente: “back to you country”, a pesar de que legalmente es ciudadano de ese país.
Entonces si cruzamos la frontera, hay que ir preparados para el peor trato, sobre todo con ellos, los pochos.
Pero momento, no se nos olvide que, en lo general, tenemos más educación e instrucción que un simple oficial de aduana; que tenemos derechos, que no vamos a robarles nada sino a consumirles y que la dignidad está antes que nada. Tenemos derecho a pedir una segunda opinión de un supervisor y en dado caso, pueden quedarse con su visa, al final del día, serán ellos los que pierden.
Y por último, nadie tiene derecho a meterse en tus aparatos electrónicos, si te lo piden, no aceptes porque es una intromisión en tu vida privada.
Ármate de paciencia, no te enojes y piensa que en el mundo hay muchos países en los que seremos bienvenidos.

Gracias



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