viernes, 17 de febrero de 2017

El inconfundible olor a mota

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Yo no se si ustedes pertenezcan al reino animal de los glotones, pero yo, a las dos horas después de la comida, me da un hambre antojadiza, que no tiene ni nombre ni comparación.
En eso estaba hoy jueves, como a las 4 de la tarde, tratando de concentrarme en mi trabajo para olvidarme de los azúcares que mi cuerpo exigía, cuando me llamaron para que fuera a Cócorit a recoger un encargo que hace rato había pedido.
De regreso en mi carro, me entró otra vez el diablo devorador de glucosa al cuerpo: y sí; me rendí, y me decidí a llegar a un ocso a comprarme una paleta de esas con almendras que tienen nombre como de Alejandro Magno.
Y que en el camino me encuentro un tope, y después del tope una frutería y en los estantes de esta, justo en la banqueta, unas miniolas (esas mandarinas ombligudas sin semillas) grandotas me cerraron el ojo. Entonces el ángel antiglucóligo me dijo al oído: con las miniolas te quitas la tentación y es más saludable, bato.
Ya estando ahí, la señora, “muybuenapavender”, me cargó de plátanos, ciruelas y mis miniolas.
Fue entonces que llegó un muchachito medio acelerado, medio nerd, medio bien vestido, y le dice a la señora: “Tengo una báscula eléctrica como esta, vale 20 y la doy en 10 (números figurados), mi mamá la usaba para empacar sus cosas”
La doña, comerciante natural, le preguntó marca, capacidad y si estaba completa. El nerdito light le dijo que era de una capacidad de 10 kilos, la que en realidad era de 5, entonces de los 10 pesos que quería, se bajó a 5.
La doñita no la quiso, pero yo, metiche compulsivo. “¿No te la habrás robado?”…. Error, me enganché en una compra venta que ni me iba ni me venía.
Pues ahí tienen que al final, saqué 3 billetes de a peso y se la compré. ¿Para qué? Saaaabeeeeeee, pero me quise engañar diciendo que me sería muy útil para cuando hiciera Paella. Punto número 1: hago Paella cada vez que me piden cooperar para el seminario, es decir, una vez al,  año. Punto número 2: Tengo 35 años haciendo paella y siempre la hago a ojo de buen cubero, nunca pesando los ingredientes.
Compra inútil, pues…
Cuando el nerdito me entregó la bolsa con el instructivo, el cargador y la báscula en cuestión y se marchó, descubrí que en el fondo de la misma, es decir de la bolsa, estaban una hojitas verdes.
Ay el Bécker, me dije: ahora resulta que este bato nerd de carnaval, vendía mota y aquí la pesaba. “Eso es lo único que me faltaba – dije en voz alta – que me metan al bote por drug dealer a mis años”.
La señora de la frutería se acercó y le expliqué. Ella aseguró que eso no era mota y para pronto salió de la frutería y volteando a diestra y siniestra, dio con un tipo al que le gritó: “Conejo, cáele”
El tipo: greñita larga, pantalones dickies, camisa a cuadros, lentes negros y tenis converse (creo eran imitación, eh?), le echó un vistazo a las hojas y con voz profunda dijo, “Nel, eso no es mota”.
Pues me ha de haber visto con tan cara de asustado (lo juro) que a mi edad me agarren en esos líos y acá donde hierba aún no se legaliza (estuviera en USA), que me invitó a realizar la prueba irrefutable, según él.
Tomó un puñito y con un pedazo de papel hizo un chorizito, y, antes de prenderle fuego me preguntó: ¿Sabe a lo que huele la mota, verdad?... Pues sí, no nací ayer.
En la banqueta le prendió fuego y anda vete, un olor a orégano, tomillo y romero, macizo. Es decir, la doñita empacaba especias. Tan desconfiado que es uno, ¿no?
Y es que, el olor a la mota no se puede ocultar, ni el de las guayabas, ni el dinero ni la estupidez. ¿Verdad?
Y escribo esto porque esta semana, un “periodista”, sin nombrarme, hizo alusión a mi persona, diciendo, palabras más palabras menos, que había precandidatos a la alcaldía de Cajeme a los cuales había yo engañado para que me contrataran y llevarle su campaña, para luego colocarme en su gabinete municipal.
Varios puntos aclaratorios: Uno, al decir que me colaría en su gabinete una vez que lo hiciera ganar, acepta que soy bueno para eso de las campañas lo cual le agradezco; dos; me han pedido varias cotizaciones pero hasta hoy, no hemos decidido en la oficina participar en esta campaña y, tres, que me parta un rayo si vuelvo a caer en la tentación de hacer algo por mi ciudad, poniendo a su servicio mi poco conocimiento.
Y como colofón agradecido y aprovechando mi compra compulsiva, al “periodista” le presto mi báscula nueva para que se pese el cerebro, aunque debo aclarar que, no se si pese microgramos.
 O tal vez, si podríamos usarla para pesar los chequesotes que a él, al "periodista", le da un precandidato, pero esos sí, pesan varios kilos..



Conste

1 comentario:

  1. muy interesante, en una parte me reí por tu comparación del Nerd y en la otra me recordaste a una señora que cocinaba igual que tu a ojo de buen cubero, y para cerrar los genes esos genes caray

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