Yo conocí el servicio Uber, por mis
hijas.
Ellas viven en el D.F., y por tanto,
utilizan mucho transporte público.
Una noche, sonó mi celular, era
Renatta: “Papá, me urge que bajes la aplicación Uber, ingreses una tarjeta de
crédito o débito y me mandes un Uber a tal y cual dirección”
Mi pregunta obligada fue; ¿Se puede?
Claro que se puede. Desde la lejana
Sonora, yo puedo solicitar el servicio de Uber para mis hijas en el D.F., con
cargo a mi tarjeta. Y en mi celular, la aplicación me dice dónde se encuentra
el auto al momento de contactarlo, cuánto tiempo tardará en llegar a la
dirección, la marca del mismo, las placas y el nombre del chófer.
Luego cuando llega a recoger a mis
hijas, también desde mi celular, puedo ver el recorrido por las calles de la
Ciudad de México, me avisa cuando están en su destino, me hace el cargo
automático a mi tarjeta y todavía me pide que califique el servicio de 1 a 5
estrellas.
En ese momento les llamo a mis hijas y me dicen:
“Muy amable el chófer, nos dio agua, nos dio a elegir la estación de radio de
nuestra preferencia, nos prestó el cargador de su celular y nos ofreció un
dulce”
Para los padres “preocupones”, como es
el caso de quien esto escribe, el Uber es una maravilla.
Nada que ver con aquellos taxistas del
D.F., en su mayoría tramposos y amañados, con sus taxis sucios y su música
estridente.
Además uno sabe que, las policías de
casi todo México, si te topas con el alcoholímetro, aún cuando hayas bebido
moderadamente, corres el riesgo de un aparato también adulterado y al “Torito”
(lugar de detención preventiva) por 36 horas, o, una mochada.
Claro que en todas las ciudades del
mundo a donde ha entrado Uber, los taxistas han protestado por la “desleal”
competencia.
Hace unos meses, tomé un taxi normal en
la ciudad de San Diego. No pude hacerlo con Uber, porque me había quedado sin
carga.
El chófer de taxi, un hombre como de 60
años, llegado a California a la edad de 10, era un michoacano de cepa pura;
platicador, rudo, primario en sus razonamientos.
Le pregunté por Uber y me dijo que, era
una competencia desleal y que en el Sindicato de taxistas ya estaban preparando
defensas legales para sacarlos de las calles.
Yo le pregunté: ¿porqué no mejor desde
el poderoso sindicato de taxistas, le copian la aplicación a Uber y hacían una
propia?; total, ya tenían los ingredientes principales que son, autos y
chóferes.
-
Ah no patrón – me
dijo con ese tono como lo truenan en el meritito Sahuayo – con esas tarifas que
cobran los Uber, no nos sale.
Uber viene a Hermosillo para quedarse.
¿Porqué? Pues porque los que ganarán con su entrada, serán los hermosillenses
que tengan cualquier tarjeta de débito.
Mientras llega, los taxistas podrían
hacer su propia aplicación y ganarles la tirada.
Eso sería lo más inteligente.
Digo
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