martes, 5 de enero de 2016

Urgencias urinarias en la carretera

Los carros avanzan a vuelta de rueda. Los camiones y autobuses, como si fueran cachalotes en aguas bajas, apenas se deslizan lentamente sobre el asfalto.

Ya antes, en la caseta de cobro de Esperanza, se notaba el caos, sobre todo por la falta de ventanillas abiertas al cobro.

Yo no entiendo porqué la SCT y/o CAPUFE, no se preparan con tiempo para recibir a los miles de vehículos conducidos por paisanos que viajan de Norte a Sur antes de Navidad, y de Sur a Norte después de año nuevo. Es un evento cíclico. Y ahora más, cuando la carretera está en plena reconstrucción y hay muchos tramos cerrados a la circulación en una de sus direcciones normales, provocando cuellos de botella.

Pero bueno, no puedo hablar mucho sobre el tema, tampoco. A mi se me pasan ese tipo de cosas, de prevenir, y me sucedió de nuevo; debí haber ido al baño en la caseta de Esperanza, cuando tenía poquitas ganas, a sabiendas de que el frío (sin importar la calefacción del carro) hace de las suyas con la vejiga y más a vuelta de rueda.

El verdadero caos inicia pasando el entronque de la cuatro carriles hacía Bácum, quizá porque desde esa rúa, muchos conductores que prefieren no pagar la caseta, se incorporan a la rúa principal y la carga vehicular se hace mayor.

Y, les cuento, ya para esa altura, mi vejiga venía dando lata.

Cuando era joven, 19, tal vez menos de 20 años, viajamos desde la Ciudad del Paso Texas a Ruidoso, Nuevo México, con las ganas de conocer la nieve.

Íbamos con un primo, mis hermanos menores, una de mis hermanas y yo, quienes conocíamos la nieve perfectamente, en cono y de sabores.

Llegamos con la ilusión de ver la nieve en su esplendor, con la mala noticia de que en los tres días previos no había nevado, y las pistas de esquiar estaban cerradas. Y nosotros, que ansiábamos hacer nuestro monito de nieve, nos tuvimos que conformar con ver la escaza nieve, más bien hielo, desparramada en el piso.

Nos regresamos con la cola entre las patas, hasta que, en medio del camino, nos sorprendió una nevada enorme, que nos hizo quedarnos varados a mitad de la carretera. ¿Querían nieve? Hártense nos dijo la naturaleza.

Fue entonces, en ese viaje, que la vejiga hizo estragos. No podíamos bajarnos en medio de la nada, sobre todo porque éramos los primeros en la larga fila de vehículos atrapados en la blancura helada, que ya alcanzaba varios centímetros de altura y varios kilómetros de autos detenidos.

Entonces mis hermanos, pequeños y sin mucha pena, usaron una botellita vacía para hacer sus necesidades urinarias. Recuerdo muy bien que, cuando el primero casi llenaba la botellita, el otro le grita urgido: “Hey, déjame tantito”. El problema, de ellos, se arregló tirando por la ventana el liquido y lo llenaron de nuevo hasta poner los ojitos en blanco, luego un escalofrío. ¿Nosotros, los adultos? Bien gracias, aguantando.

No tardamos ni una hora, cuando vimos por la carretera venir unas inmensas máquinas que limpiaron la nieve y nos permitieron circular, hasta la primer gasolinera con baño. ¡Uff, qué alivio!

No es el caso: pero en la cuatro carriles no se ocupaba una máquina limpia nieve, pero sí, urge para estas fechas, más ventanillas de cobro; mejores señalamientos en los tramos en construcción; patrullas que agilicen la circulación y abrir muchos tramos que ya están concluidos par avanzar con prontitud.

Ah, y si se puede y no es mucho pedir; baños cada cierta distancia.

Gracias a Dios, llegué a Vícam sin necesidad de la botellita.




1 comentario:

  1. jajjajaja claro que me acuerdo de ese día; es mas la anecdota se la platique a mi hijo hace poco que le paso algo similar , has lo que tu tío....

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