Los
carros avanzan a vuelta de rueda. Los camiones y autobuses, como si fueran
cachalotes en aguas bajas, apenas se deslizan lentamente sobre el asfalto.
Ya
antes, en la caseta de cobro de Esperanza, se notaba el caos, sobre todo por la
falta de ventanillas abiertas al cobro.
Yo no
entiendo porqué la SCT y/o CAPUFE, no se preparan con tiempo para recibir a los
miles de vehículos conducidos por paisanos que viajan de Norte a Sur antes de
Navidad, y de Sur a Norte después de año nuevo. Es un evento cíclico. Y ahora
más, cuando la carretera está en plena reconstrucción y hay muchos tramos
cerrados a la circulación en una de sus direcciones normales, provocando
cuellos de botella.
Pero
bueno, no puedo hablar mucho sobre el tema, tampoco. A mi se me pasan ese tipo
de cosas, de prevenir, y me sucedió de nuevo; debí haber ido al baño en la
caseta de Esperanza, cuando tenía poquitas ganas, a sabiendas de que el frío
(sin importar la calefacción del carro) hace de las suyas con la vejiga y más a
vuelta de rueda.
El
verdadero caos inicia pasando el entronque de la cuatro carriles hacía Bácum, quizá
porque desde esa rúa, muchos conductores que prefieren no pagar la caseta, se incorporan
a la rúa principal y la carga vehicular se hace mayor.
Y, les
cuento, ya para esa altura, mi vejiga venía dando lata.
Cuando
era joven, 19, tal vez menos de 20 años, viajamos desde la Ciudad del Paso
Texas a Ruidoso, Nuevo México, con las ganas de conocer la nieve.
Íbamos
con un primo, mis hermanos menores, una de mis hermanas y yo, quienes
conocíamos la nieve perfectamente, en cono y de sabores.
Llegamos
con la ilusión de ver la nieve en su esplendor, con la mala noticia de que en
los tres días previos no había nevado, y las pistas de esquiar estaban
cerradas. Y nosotros, que ansiábamos hacer nuestro monito de nieve, nos tuvimos
que conformar con ver la escaza nieve, más bien hielo, desparramada en el piso.
Nos
regresamos con la cola entre las patas, hasta que, en medio del camino, nos
sorprendió una nevada enorme, que nos hizo quedarnos varados a mitad de la
carretera. ¿Querían nieve? Hártense nos dijo la naturaleza.
Fue
entonces, en ese viaje, que la vejiga hizo estragos. No podíamos bajarnos en
medio de la nada, sobre todo porque éramos los primeros en la larga fila de
vehículos atrapados en la blancura helada, que ya alcanzaba varios centímetros
de altura y varios kilómetros de autos detenidos.
Entonces
mis hermanos, pequeños y sin mucha pena, usaron una botellita vacía para hacer
sus necesidades urinarias. Recuerdo muy bien que, cuando el primero casi
llenaba la botellita, el otro le grita urgido: “Hey, déjame tantito”. El
problema, de ellos, se arregló tirando por la ventana el liquido y lo llenaron
de nuevo hasta poner los ojitos en blanco, luego un escalofrío. ¿Nosotros, los
adultos? Bien gracias, aguantando.
No
tardamos ni una hora, cuando vimos por la carretera venir unas inmensas
máquinas que limpiaron la nieve y nos permitieron circular, hasta la primer
gasolinera con baño. ¡Uff, qué alivio!
No es
el caso: pero en la cuatro carriles no se ocupaba una máquina limpia nieve,
pero sí, urge para estas fechas, más ventanillas de cobro; mejores señalamientos
en los tramos en construcción; patrullas que agilicen la circulación y abrir
muchos tramos que ya están concluidos par avanzar con prontitud.
Ah, y
si se puede y no es mucho pedir; baños cada cierta distancia.
Gracias
a Dios, llegué a Vícam sin necesidad de la botellita.
jajjajaja claro que me acuerdo de ese día; es mas la anecdota se la platique a mi hijo hace poco que le paso algo similar , has lo que tu tío....
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