Sin
duda como jugador de fútbol, Cuauhtémoc Blanco tuvo claroscuros durante su
larga carrera deportiva, y extradeportiva.
Su
actitud siempre, fue la de un autentico buscabullas. Se acercaba a los
contrarios, les decía de cosas, cuando el árbitro no lo miraba manoteaba a los
contrincantes y en ocasiones, hay vídeos, se burlaba de la autoridad en la
cancha.
Peleonero
y protagónico.
Que
hayan detenido a Joaquín Guzmán Loera, era cosa de esperarse. El famoso Chapo, desafió
al Estado mexicano y lo puso en evidencia. Eso no tendría tanto peso, porque,
muy a nuestro pesar, el prestigio del actual gobierno, está por lo suelos, por
muchas circunstancias que ya conocemos.
Joaquín
Archibaldo Guzmán Loera, se ha convertido casi en una leyenda en el mundo
entero, por su bien ganada fama de ser el narcotraficante más poderoso del
mundo.
Con la
fuga del jefe del cártel de Sinaloa por
segunda vez, logró que la poca credibilidad del presidente Peña Nieto, cayera
por los suelos. Y eso, para él y su gobierno, fue cosa grave, más por los
delicados momentos que ocurrieron en el 2015, con Ayotzinpa, la casa blanca y otras
negras historias más. La huida, propia de una película de cine negro, fue la
podrida cereza del pastel de la ignominia.
Herida
de casi muerte, cuando menos en popularidad, la autoridad mexicana avocó, sin
reparar en costos, a su brazo armado para recapturar al capo. Utilizó para ello
todo el poder a su alcance y aceptó, sin recato alguno, la ayuda de los
estadounidenses, para detenerlo.
Tanto
uno como el otro, Cuau y el Chapo, cada quien en su terreno, ofendieron al
poder y, despertaron el ogro que todo político lleva dentro y las consecuencias
no se hicieron esperar.
Desde
su protagonismo farandulero y deportivo, el ahora alcalde de Cuernavaca, es
decir el Cuau, le fue a decir al gobernador de Morelos que le iba a partir su
madre.
Por su
parte el Chapo, con su famoso túnel y su segunda escapatoria, no se lo dijo,
pero le partió la mandarina en gajos al gobierno mexicano.
Algo
tienen en común el Cuau y el Chapo. Fueron muy protagónicos y ahí cometieron un
error que hoy, en distintas dimensiones, les ha costado caro.
Blanco
el Picueco se pensó en una cascarita tepiteña y llegó empujando al árbitro y
jalando los reflectores como cuando estaba en la cancha, o cuando le hacía de pareja de Galilea Montijo y adoptaba poses de perdonavidas.
Mientras el Chapo,
en su megalomanía, se puso en contacto con Kate del Castillo (La Reina del Sur)
y con Sean Penn para una entrevista, y dicen que de ahí, achicaron el cerco. Digo, ¿Una entrevista? ¿Con qué objeto?
Y si al Cuau lo hicieron desdecirse y jurar que no le dijo al Gobernador de Morelos lo que seguramente le dijo, al Chapo lo agarraron por tercera ocasión por un descuido.
Supongo
que cada uno en su espacio, el Cuau en el sillón más mullido del ayuntamiento
de Cuernavaca y el Chapo en su reforzada celda, han de estar lamentándose por
ser, tan como son, unos simples mortales con ansias de reconocimiento.
Gracias
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