¿Cuánto vale la congruencia?

Palabras Mayores

Bécker García

El pasado viernes, llegué mi casa y la encontré hecha un verdadero caos. Con eso de que mi esposa está desempleada, pues se le ocurrió poner en orden el desorden de libros, vídeos, papeles y todo aquello que se guarda en una casa para cuando se ocupe, aunque ese momento, normalmente nunca suele llegar.

El caso es que, dentro de todo, me mostraron una columna escrita allá por el año de 1998, la cual, creo, no ha perdido actualidad.

El tema, obvio, era el agua y la posibilidad de llevarla desde el Novillo hasta Hermosillo. En ese tiempo como ahora, la discusión estaba en su circular apogeo.

El caso es que, mi hija Renée, que siempre es tan aguda, me leyó la columna completa, donde en ese entonces hacía yo una defensa del agua del Novillo y decía casi lo mismo que digo ahora; hay otras opciones antes que esa para calmar la sed de los hermosillenses.

Cuando mi hija terminó de leer, levantando una ceja, como solo ella sabe hacerlo cuando te va acorralar, me dice: No has cambiado de opinión, ¿Verdad?

El tema del agua siempre será polémico. Si bien es cierto que las intenciones de llevar esa agua a Hermosillo han sido ya cíclicas, también lo es el hecho que en cuanto se toca el asunto las voces de los cajemenses se dispara.

Es verdad que 22 mil productores inscritos en el padrón de usuarios del Distrito de Riego no representan a la mayoría de los cajemenses, pero también lo es el hecho de que las actividades económicas del municipio giran en torno a la agricultura y pegarle a esta es pegarnos a todos, aunque algunos no se den siquiera cuenta.

Un amigo hermosillense me dice, que es inconcebible como es que Obregón y su valle no hayan despuntado desde hace ya casi dos décadas.

Sus argumentos son varios, y me dice que nos hemos quedado en el nivel de producción primario, sin buscar nuevos horizontes que le den otro giro a una economía que gira en torno a lo fortuito, pues, me dice, sembrar es como jugar a la ruleta. Una sequía, un ciclón, una helada o una plaga, acaban, en un dos por tres, con las inversiones.

Y tiene razón, pero también es cierto que en este país de centralismos, cada Estado tiene su polo de desarrollo que impide en cierta medida el crecimiento de los otros.

El Desarrollo no es ordenado cuando desde la capital se quedan con la mayoría de las inversiones que les parecen redituables.

Y también tiene mucho que ver el problema del centralismo impuesto tanto con el Gobierno Estatal como con el Federal. ¿Cuántos de los 20 mil empleados del Gobierno del Estado trabajan en Hermosillo? La mayoría y sobre todo, aquellos que reciben buenos cheques mensuales.

De las delegaciones federales, solamente el Seguro Social, está en Ciudad Obregón.

Lógico sería que se le diera más juego a otras ciudades, generando con ello repartición de los jugosos presupuestos que se manejan en cada dependencia, y por ejemplo y nada más con la intención de destacar la obviedad, quizá sería prudente que la Delegación de Agricultura, Ganadería y Pesca, estuviese instalada donde existe el mayor número de hectáreas, agrícolas y acuícolas.

Así, San Carlos o Peñasco podrían ser sede de la de Turismo y el INAH podría bien estar en Vícam, el mayor pueblo indígena de Sonora.

Hay mucha tela de donde cortar y para ser congruentes, hay que decirlo con todas las letras, el Novillo sigue siendo una solución fallida para atender las necesidades de Hermosillo, no porque seamos los cajemenses como nos quieren pintar, unos malvados, sino porque no se puede repartir lo que no alcanza.

En esa columna escrita en 1998, decía yo que el agua de mar es infinita, y por tanto desalarla es la solución. Además, concluía que, como dice la canción, en el mar la vida es más sabrosa.

Pocas horas más tarde, otro amigo, periodista él y de Hermosillo, me decía que lograr el consenso entre los periodistas sería un muy buen punto para darle empujón al Sonora Sí. Le contesté que sin duda así podría ser, y el agua del Novillo podría convertirse en una fuente para mí molino, nada mas que, ¿a qué precio?.

Es decir, ¿Cómo explicarle a mi hija que he cambiado de opinión? Eso, creo, no tiene precio y no me gustaría estar en los zapatos de la incongruencia ni por un minuto, ni por todo el dinero del mundo, porque el sufrimiento es caro y solitario, como insisto, lo está viviendo ahora el alcalde cajemense, Manolo Barro, por mas que su discurso diga otra cosa.

Gracias…

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