Ya te ví, me dijo la Presidenta Municipal de Caborca, Karina
García, via whatsapp, que estás en Abelandia.
Luego miré su tuit, replica a un periodista que por allá
andaba, y decía: “Club de Tobi. ¿Pero porque siempre hombres, pues?
Le respondí que no era una fiesta excluyente per se, sino
que fue una regla de hace muchos años y que hasta ahora, se ha respetado.
La primera vez que me invitaron, no sé si hace 20 o 19 años,
lo primero que indagó mi esposa, Almita Mijita, es si acaso de viernes a
domingo, acudirían mujeres. Yo le respondí que no, que era un viaje de cacería
(así inició) y que, por las incomodidades, no era un buen lugar para ellas.
Además, ya me las imagino, aburridas, junto a la fogata,
escuchando mentiras de cazadores, una más grande que la anterior. De hecho, por
eso se llama Abelandia, porque era y es el país de las maravillas donde todo
era fenomenal, pero de a mentiritas.
Y en ese tiempo, en esos años, el rancho apenas contaba con
dos cuartos pequeños y una cocina. Una letrina y para bañarnos, existía un
tambo con agua casi congelada, detrás de un petate para cubrir nuestra desnudez,
además, una pequeña terraza que hacía las veces de comedor y punto de charla.
Como ocurre en el mundo de quien le echa ganas y amor a lo
que hace, el Rancho el Nacapule (verdadero nombre), ha evolucionado. Ahora
existe una casita de vaqueros, una casa principal modesta y un baño, más o menos
cómodo. Simplemente ejemplifico: para bañarme, el sábado por la mañana, inicié la fila en
el lugar noveno y tuve que alimentar el boyler con leña, dos veces.
Salvo las habitaciones que les comenté, el resto, debemos de
instalar casas de campaña para guarecernos del intenso frío que casualmente,
casi siempre, coincide con ser el más cruento de la temporada, además de que, no
pocas veces nos han tocado chubascos de agua ¡“heladaaaaaaa”!!
Yo no me imagino a mujeres en Abelandia por varias
circunstancias. Ejemplo, a la hora de comer (y en Abelandia siempre es hora de
comer), habría tres bandos entre las mujeres. Las esposas de los mayorcitos
como yo, que seguramente pedirían platos de verdad, no le hace que al final
tuvieran que lavarlos todos; las de mediana edad que se acomodarían justo y tal
como es ahora, con desechables y; las más jóvenes, quienes alegarían que los platos
desechables contaminan y mejor platos de porcelana, al cabos que al final, iban
a poner a sus esposos a lavarlos. ¿Miento?
Otra, y si fueran mujeres, ¿tendríamos que poner letrinas
azules y lejos de ahí, rosas?
Y luego los que juegan baraja y/o dominó, podrían hacerlo
mientras su esposa les estaría diciendo, tira la mula de seis, tira la mula de
seis. Y luego si pierde unos centavos, pues ya las imagino; gordoooo, con eso,
hubiera comprado la maceta que te he dicho para el corredor. Claro, si acaso
gana “el gordo”, la lana toda cambiaría de mano para su consorte, alegando
haberle dado suerte.
Y ni que decir de la música, viernes de rock y sábado de
banda, dónde quizá deberíamos intercalar, unas cuantas baladitas tipo Chayanne,
para el gusto de las mujeres.
Y luego, íbamos a contarnos mentiras entre todos, como suele
suceder, y no iba a faltar la mujer que desmintiera al marido diciendo: “mentiras,
si tiene como 20 años que no me lleva a Las Vegas….” ¿miento?
Y luego, lo peor, no nos dejarían hablar de política ni un
segundo. Hey, nos dirían, ni de política ni religión hablaremos hoy. Jejejeje…
La neta, Abelandia es más mítico que real, como
Disneylandia, pero para hombres, porque de seguro, si algún día aceptarán
mujeres, para el siguiente año, ninguna regresaría por la aburrida que se iban
a dar sin remedio. A menos, claro, que pongan ahí, en el rancho, una sucursal
de Ross, dress for less…
O, hombres, sean honestos, ¿a quién de ustedes les gusta ir
de compras a las tiendas, que a ellas tanto les encanta? A nadie, ¿verdad? Así es
esto, los nenes con los nenes, las nenas con las nenas.
Ahora que, por mi parte, gracias infinitas a Ricardo Bours,
Abel Murrieta y al Beto Flores, por organizar estos tres días de amistad,
mentiras y camaradería.
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