martes, 2 de enero de 2018

Las armas las carga el diablo

 Cuando yo era niño, no sé porque razón, una navidad, me regalaron una pistola calibre 22, la cual quemaba balas de salva, pero también, podría utilizar balas reales.
Junto con el pequeño revólver, venía una funda, tipo vaquera, que me calzaba a la cintura, la extendía por el muslo y me lo amarraba con un lazo también de piel.
Un sombrero y unas botas eran el complemento de mi atuendo.
Mi madre, obviamente, puso el grito en el cielo pero de inicio nadie le hizo caso, hasta que poco a poco fue insistiendo y a la vuelta del año, mi “juguete” había desaparecido: “alguien había entrado a robar a la casa y se lo llevaron”, me dijeron. Bendito Dios, porque no se en que cabeza cabía, si en la de mi padre, de mis tíos y un puñado de señores que me miraban sorprendidos desenfundar con una cierta destreza y quemas mis 6 balas de salva de un solo jalón.
Algunas otras veces, durante mi vida, he estado en contacto con armas.
Un familiar me invitaba a sus cacerías y me hacía cargar en mis brazos una escopeta o un rifle, y, si el animal aparecía entre el monte, y yo traía la escopeta, me la quitaba para disparar él y, si en otro caso, el animal aparecía en algún valle, me quitaba el rifle para disparar él. Total, fui varias veces su “cargador oficial” hasta que me enfadé y dejé de acompañarlo.
Esas son, las dos historias que tengo con las armas y hoy, a mi edad, pienso que eso fue bueno, porque al final del día, las armas son instrumentos que carga el diablo.
Ojalá nunca requiera de una.
Ya sé, algunos van a decir que, para tener armas, hay que ser medianamente macho y osado y yo pienso lo contrario, se necesita ser muy inseguro para tener, la necesidad de protegerte con un arma y, absurdo, con aquellos que el día final del año, salen a disparar al aire sus carretadas de balas, quizá pensando que eso es una parte inherente a la hombría y es el arma, como una extensión de su virilidad.
Este año, no fue la excepción. Justo un poco antes de las 12 de la noche y hasta muy entrada la madrugada, las balaceras tronantes no cesaban, tal como si estuvieras jugando competencias.
Yo no estoy seguro de si alguno de ellos, pensaron en las consecuencias, que fueron 11, donde desafortunadamente niños fueron agredidos por balas perdidas: Una niña, seguro perderá un ojo y otro niño, fue herido en sus genitales. Ambos, quedarán marcados de por vida por actos irresponsables de un machismo absurdo.
Cualquiera que haya disparado, debería de sentirse un mucho culpable con esos accidentes y reflexionar, durante todo el año, que disparar al aire es un disparate.

Los Yaquis.
No pasaron los Yaquis a Playoffs, como era de esperarse.
Tal y como sucedía hace muchos años, los aficionados nos pusimos a hacer cálculos para ver si de panzazo, arañábamos el 6to lugar, de ocho equipos, y que, por algún inexistente milagro, pudiéramos haber ganado el campeonato.
Nada de esto pasó. Desde el inicio, algo no se veía bien con los Yaquis, aún con su nuevo y precioso estadio.
Ví un vídeo en redes sociales, donde, en el último juego, los aficionados se meten con el presidente de los Yaquis, René Arturo Rodríguez, mientras el Tigre Chacho, sonreía como si también él no fuera parte de un problema que es evidente, existe dentro del equipo de béisbol.  O, ¿Desde cuándo no ve a la mascota hacer una rutina que valga la pena?
Y así, jugadores que vienen un rato y se van; estrellas que nunca llegan o el caso de Luis Mendoza que vino por dos semana y fue cambiado a Hermosillo, como si estuviéramos sobrados de buenos lanzadores.
¿Que la afición no va a los juegos? No pues, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? No va porque hay algo interno y la directiva, ni siquiera salió a darnos una explicación.
René, ¿en qué te podemos ayudar entre tod@s?, pues,  créenos, no nos gusta ver a nuestro equipo tan desangelado?




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