Junto con el pequeño revólver, venía una funda, tipo
vaquera, que me calzaba a la cintura, la extendía por el muslo y me lo amarraba
con un lazo también de piel.
Un sombrero y unas botas eran el complemento de mi atuendo.
Mi madre, obviamente, puso el grito en el cielo pero de
inicio nadie le hizo caso, hasta que poco a poco fue insistiendo y a la vuelta
del año, mi “juguete” había desaparecido: “alguien había entrado a robar a la
casa y se lo llevaron”, me dijeron. Bendito Dios, porque no se en que cabeza
cabía, si en la de mi padre, de mis tíos y un puñado de señores que me miraban
sorprendidos desenfundar con una cierta destreza y quemas mis 6 balas de salva
de un solo jalón.
Algunas otras veces, durante mi vida, he estado en contacto
con armas.
Un familiar me invitaba a sus cacerías y me hacía cargar en
mis brazos una escopeta o un rifle, y, si el animal aparecía entre el monte, y
yo traía la escopeta, me la quitaba para disparar él y, si en otro caso, el
animal aparecía en algún valle, me quitaba el rifle para disparar él. Total,
fui varias veces su “cargador oficial” hasta que me enfadé y dejé de
acompañarlo.
Esas son, las dos historias que tengo con las armas y hoy, a
mi edad, pienso que eso fue bueno, porque al final del día, las armas son
instrumentos que carga el diablo.
Ojalá nunca requiera de una.
Ya sé, algunos van a decir que, para tener armas, hay que
ser medianamente macho y osado y yo pienso lo contrario, se necesita ser muy
inseguro para tener, la necesidad de protegerte con un arma y, absurdo, con
aquellos que el día final del año, salen a disparar al aire sus carretadas de
balas, quizá pensando que eso es una parte inherente a la hombría y es el arma,
como una extensión de su virilidad.
Este año, no fue la excepción. Justo un poco antes de las 12
de la noche y hasta muy entrada la madrugada, las balaceras tronantes no
cesaban, tal como si estuvieras jugando competencias.
Yo no estoy seguro de si alguno de ellos, pensaron en las
consecuencias, que fueron 11, donde desafortunadamente niños fueron agredidos
por balas perdidas: Una niña, seguro perderá un ojo y otro niño, fue herido en
sus genitales. Ambos, quedarán marcados de por vida por actos irresponsables de
un machismo absurdo.
Cualquiera que haya disparado, debería de sentirse un mucho
culpable con esos accidentes y reflexionar, durante todo el año, que disparar
al aire es un disparate.
Los Yaquis.
No pasaron los Yaquis a Playoffs, como era de esperarse.
Tal y como sucedía hace muchos años, los aficionados nos
pusimos a hacer cálculos para ver si de panzazo, arañábamos el 6to lugar, de
ocho equipos, y que, por algún inexistente milagro, pudiéramos haber ganado el
campeonato.
Nada de esto pasó. Desde el inicio, algo no se veía bien con
los Yaquis, aún con su nuevo y precioso estadio.
Ví un vídeo en redes sociales, donde, en el último juego,
los aficionados se meten con el presidente de los Yaquis, René Arturo
Rodríguez, mientras el Tigre Chacho, sonreía como si también él no fuera parte
de un problema que es evidente, existe dentro del equipo de béisbol. O, ¿Desde cuándo no ve a la mascota hacer una
rutina que valga la pena?
Y así, jugadores que vienen un rato y se van; estrellas que
nunca llegan o el caso de Luis Mendoza que vino por dos semana y fue cambiado a
Hermosillo, como si estuviéramos sobrados de buenos lanzadores.
¿Que la afición no va a los juegos? No pues, ¿qué fue
primero, el huevo o la gallina? No va porque hay algo interno y la directiva,
ni siquiera salió a darnos una explicación.
René, ¿en qué te podemos ayudar entre tod@s?, pues, créenos, no nos gusta ver a nuestro equipo
tan desangelado?
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