martes, 18 de abril de 2017

Quisiera sufrir de Alzheimer

Frente al hospital del Seguro Social de la calle Guerrero, aquí en Obregón, está una tienda Oxxo.
En los pasillos, una señora de aspecto muy humilde duda. Se detiene un momento frente a los Hotdogs, para luego revisar el precio de los tamales.
Su vestimenta está ajada, muy lavada, pantalones de mezclilla que alguna vez fueron azules y ahora casi son blancos, una camiseta en la cual alguna vez debió de haber una figura impresa y que ahora se diluye en el olvido, tenis, y unos lentes que ajusta cada vez que revisa los precios.
Pregunta algo, y de su tono se infiere su procedencia: de alguna parte de la Baja California Sur tal vez, y recuerdo entonces que este hospital del IMSS atiende casos de las dos Bajas, además de Sinaloa y por supuesto Sonora.
Alguna vez me ha tocado viajar en avioncitos desde la Baja Sur a Obregón o viceversa, y estos, vienen atestados de personas que son derivadas a este hospital.
Supongo que el IMSS les paga el traslado al enfermo y a uno de sus familiares. Incido también que les dan una especie de viáticos, algo así como dinero para que puedan hospedarse y alimentarse mientras dura el tratamiento en esta ciudad.
Calculo también, que este dinero no debe de ser mucho, dadas las muchas vueltas que la señora da en torno a esos alimentos, aunque al final se decide por dos hot dogs en oferta, que incluyen un refresco.
Al momento de pagar, una cantidad que termina en "un tanto con 50 centavos", la cajera pregunta que si desea redondear (es decir donar) para la estancia de Alzheimer.
Es cuando ella duda, como si no entendiera la propuesta, voltea al cielo, y luego, apenas mueve la cabeza en señal de aprobación.
La verdad, 50 centavos, de a poco en poco, pueden convertirse en la diferencia entre comer un día y no.
Paga, y sale con su alimento en una mano y en la otra su refresco. Cruza la calle, evade los carros que en mucho por ahí transitan, y, mientras la veo alejarse, quisiera por un momento que el Alzheimer me atacará de un solo trancazo y olvidarme, de una vez y para siempre, del dolor humano.

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