“Entonces llovió. Y el cielo
fue una sustancia gelatinosa y gris que aleteó a una cuarta de nuestras
cabezas”
Isabel viendo llover en
Macondo/García Márquez
Me había levantado temprano,
en mi pequeño departamento de la Ciudad de Mexicali.
Quería llegar temprano a
la oficina, para hacerle una llamada a mi hermana Maru, por su cumpleaños.
Revisé la cuna de mi hija
Renée, y al verla dormida prendí la televisión en volumen bajo, porque tampoco
era cosa de despertar a mi esposa, Alma, que como reloj suizo despertaba cada
tres horas para alimentar a nuestra primera bebé.
19 de septiembre de 1985,
7:19, tiempo de la Ciudad de México, cuando en la televisión, la conductora,
Lourdes Guerrero, comentó, con una fingida calma, que estaba temblando. Se abrió
la toma y vimos las lámparas del techo en un vaivén de mal fario. Luego, la
imagen se fue a negro.
Cuando salí a trabajar, encendí la radio y no sé como lo habían
hecho, pero se escuchaba la voz cortada de Jacobo Zabludowsky, narrando la magnitud de la
desgracia.
Hice un recuento general de
mi familia defeña, y traté de comunicarme con ellos. Fue, y durante varios
días, imposible.
Mediante el teletipo del
banco donde trabajaba, Karlita, ayudaba cuanto podía a encontrar información de
parientes, hermanos, hijos, tíos, padres, sobrinos.
Luego poco a poco se
normalizaron las cosas, si acaso se le puede decir normal a ver mediante las
restablecidas imágenes de televisión, a una ciudad arrasada.
Lo recuerdo perfectamente: el
pueblo solidario, con cualquier instrumento adecuado, buscaba gente entre los
escombros, mientras nuestro anodino presidente Miguel de la Madrid, declaraba a
los otros países que no necesitábamos la ayuda internacional.
Un terremoto de 8.1 en la
escala de Richter, provoca sin duda una catástrofe.
Sin embargo, yo siento que
detrás de la negativa de De la Madrid, hubo un intento de esconder la
corrupción de construcciones mal hechas, de edificios en ruinas por falta de
mantenimiento, debido a aquel famoso populismo de las “rentas congeladas”, que
ignoraban inflación acumulada y por un departamento, los vecinos pagaban
cantidades ridículas. Ante esto, los dueños dejaron de meterle dinero y vino el
deterioro.
Muchos sonorenses murieron
entonces y otros tuvieron historias de espanto.
Desde el jueves por la noche,
llueve en casi todo el estado de Sonora.
Como nos consideramos un área
desértica, pensamos que la lluvia suele ser poca.
El agua suele comportarse,
impredecible. Durante muchos años, ciclones, trombas inesperadas y chubascos
han causado calamitosas destrucciones.
Y seguimos, esperanzados a
que no llueva mucho, que no haga mucho viento y que podamos resistir, rezando
también a nuestros dioses, para que a la agricultura no se la cargue el diablo.
Ahora que se renuevan las
autoridades, y luego de haber visto los 6 años del gobierno anterior, creo que,
debemos de estar muy pendientes para construir, las poblaciones del futuro,
para no tener que lamentarnos.
Si los niños no acudieron a
la escuela porque éstas están para llorar, algo nos debe de preocupar y mucho.
Aprendamos de aquel 19 de
septiembre de hace 30 años y evitemos algo parecido
Gracias
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