El hobbie de la moto pareciera estar
inundando las calles y las carreteras de México, y es un reflejo de lo que
ocurre en el mundo: cada día más personas se unen al, para mí, fabuloso y
fascinante arte de controlar un brioso corcel que responde a tu inteligencia y capacidad
de reacción.
El sábado anterior partiría junto a un
gran número de compañeros, al evento que cada año organiza el club navojoense
Sahuaro, pero, por imponderables propios de mi actividad, salí hacía Álamos, a
donde habían “rodado” los más de 500 motociclistas después del mediodía.
Poco antes de llegar a ese maravilloso
pueblo mágico, justo ahí donde una serie de curvas hacen más divertido el
viaje, tuve un problema.
Entré a una curva que a simple vista
había sido reparada poco antes, y bajé la velocidad pues suele ocurrir que en
estas reparaciones, quedan resto de chapopote suelto, o grava o aceite, y eso
es veneno para las motos. Tomé la curva con la moto inclinada y justo a la
mitad, me encontré un barrote de madera, de 4x4 pulgadas, con una longitud de
unos 60 centímetros. Huelga decir que, cuando vas “acostado” en la curva, es
sumamente peligroso virar bruscamente porque la moto suele seguir con su fuerza
centrífuga y puedes perder el control.
De aquí en adelante, mi relato puede
ser nebuloso: topé con la rueda delantera en medio del barrote, la moto se
sacudió, y luego pegué con la llanta trasera y claramente se escuchó el sonido
de escape de su aire y la moto saltó, y luego se movió a la derecha, luego a la
izquierda y viceversa, y pareciera un vehículo sin control en arenas movedizas.
Creo que, en ese momento bajé el píe para darle un segundo punto de apoyo (la
llanta trasera era una veleta sin control), primero con una pierna y luego con
la otra. Al terminar la curva por fin pude detener la moto muchos metros
adelante.
Bajé de ella, y, ahí mismo, bajo un
árbol y recargado en una piedra, se me nubló la vista. Sentí mojado mi cuerpo,
y pedí al cielo que solo fuera sudor y no otros fluidos olorosos que serían la
gota derramada del vaso. Afortunadamente, solo era eso, sudor.
Estuve algún tiempo tratando de pensar
que hacer, mientras veía circular otras motos que me saludaban como si yo
estuviera haciendo un simple alto en el camino.
Luego llegó José Luis Torres, de Moto
Center Navojoa, quien con su remolque me ofreció ayuda, subieron la moto, la
amarraron y nos encaminamos a Álamos.
En la plaza del pueblo mágico, varias
personas se me acercaron: “Estás amarillo, ten” y me dieron un refresco con
azúcar. “¿Te dio miedo? Y contesté: muchísimo miedo… ah, la receta de la abuela
no falla – me dicen –; toma un raspado de limón con sal y mucha azúcar”. Cuando
ya no resistí, mareado, perdido y atontado (más?), me llevaron al hospital de
Álamos. Obvio, traía, producto del miedo y los remedios caseros, azúcar alta y
presión baja. El Dr. Marco Vinicio Muñoz (compañero de primaria) me estabilizó
y el Flaco Flamas y Leoncio, me dieron raite a Navojoa, me pusieron en un
autobús y me vine a mi casa en Obregón.
Y bueno, ahora pienso y recuerdo, que
durante el camino entre Navojoa y Álamos, no encontré ni una sola patrulla
municipal de ninguno de las dos ciudades.
No es cuestión de los organizadores,
sino, que acudan 500 motos a un evento, con toda la derrama económica que
esto representa, creo que amerita que los municipios involucrados le pongan más
ganitas a esto, para que siga creciendo, y, hacerlo sin accidentes, es muy
importante.
Al día siguiente leí en un diario que
solamente el viernes, en Navojoa, aplicaron 24 multas a motociclistas. Y qué
bueno; quien infrinja la ley, que pague, pero, ¿no podrían haber prevenido
accidentes como el que me ocurrió, con un simple recorrido de auxilio y apoyo
en la carretera, antes que andar buscando recaudar?
Un barrote como el que me encontré, no
sirve casi para nada. No tiene un precio alto y puede provocar altos costos en
vidas y materiales.
Pero bueno, si yo pudiera echar la mano
a un barrote de esos, ya ahora que estoy tranquilo y pasado el terror, quisiera
usarlo para darle un coscorrón, a cada uno de los alcaldes de Álamos y más al
de Navojoa. Tenemos que impulsar este tipo de eventos por el bien y diversión
de los dos pueblos involucrados. Buscar saldo blanco.
Ya más tarde, cuando iba a tomar el
autobús de Navojoa a Ciudad Obregón, me topo con unas 20 muchachitas que vienen
desde Empalme al evento y al verme con casco en mano, me preguntan por mi moto.
Conté la historia.
Y pasa así; de muchas partes de este y
otros estados vienen a celebrar el ruido, la belleza de las motos y la
convivencia musical. ¿Podrían las autoridades pues, prestar más atención?
Gracias
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