Yo llegué aquí, al periodismo, por circunstancias de la
vida. Durante el año de 1997, me dediqué de lleno a leer y a escribir lo que
sería un libro de cuentos, el cual inscribí en el Concurso del Libro Sonorense
y, ganó.
Aficionado como era al deporte, había escrito una columna
diaria, durante el mundial de fútbol de 1994, para el periódico El Imparcial.
Luego, no recuerdo bien si fue en el 95 o 96, abrieron la
camioneta de mi trabajo, y me robaron un celular. Cuando llegó la cuenta,
obviamente la misma era altísima, casi impagable, y, entonces me dediqué, como
sabueso, a marcar todos y cada uno de los números que aparecían en el recibo,
hasta que, atando cabos, me di cuenta de que, el ladrón, era el hermano vago de
un diputado. Le marqué al legislador, le expliqué la situación y su respuesta
fue: “hazle como quieras, soy abogado y además diputado, y sé que es muy
difícil que compruebes que fue mi hermano”.
Dos días después, a la oficina (supongo que, con el poder de
“ser diputado” les dieron la dirección en la compañía telefónica), llegó un
propio con el teléfono y pidió hablar con mi patrón. Nunca supe qué le dijo,
pero, mi jefe, me dio la orden de “ya no moverle” y que la empresa correría con
ese gasto. Me enojé, indigné y lo que sigue.
Entonces hice una carta, con los datos pormenorizados, y la
llevé con Aracely Martínez, en ese tiempo editora de El Imparcial en Ciudad
Obregón. Me dijo: “esta es una columna de opinión” y la publicó. A la semana siguiente,
me llamó a casa para preguntarme, “¿Y ahora de qué vas a escribir? Así fue
como, inicié con una columna de opinión semanal.
Y como escribía esa columna, me invitaron a participar en un
taller de literatura que impartiría cada mes, aquí en Obregón, el Maestro
Rafael Ramírez Heredia. Hicimos una amistad de esas de un joven de 38 años, con
un gitano-escritor de más de 50 y fue él quien me aconsejó, en el 97 que dejara
todo, y me dedicara a leer y a escribir.
Le dijo a mi esposa: “déjalo que escriba, verás que la vida les va a cambiar”.
Y, luego de un año leyendo y escribiendo, claro que nuestra vida cambió:
andaban detrás de mí el banco, el colegio de las niñas, dos mueblerías y les
debía dinero a todos mis compadres. Creo que, de no haber sido por mi compadre,
Uriel Mendoza, quien me daba trabajitos de redacción cada mes, y me pagaba lo
suficiente para que eso sí, en casa no faltara la comida, nos hubiéramos muerto
de hambre.
Como les dije, gané el premio con mi librito de cuentos,
Tráfico entre Deseos. Los 30 mil pesos del premio, no me sirvieron, sino para
abonar las cuentas.
Luego de la euforia inicial del triunfo, volteé para todos
lados y me di cuenta que algo debía hacer para sacar a flote mi casa y a mi
familia y las deudas acumuladas.
Era abril de 1998, y, en mi inocencia, pensé que, como ya
era “famoso” (jajajaja, qué risa me da ahora), podría dedicarme a escribir una
columna diaria y con eso ganaría lo necesario para seguir escribiendo.
Me habían contado que Ricardo Bours era el dueño del Diario
del Yaqui y pedí cita en su oficina. Me la dio de inmediato y me contó la
verdad: “no, no soy dueño, aunque soy amigo de la casa editorial” y me
consiguió una cita.
No me la dieron de columnista, sino que, me propusieron
suplir al gran maestro Ramón Iñiguez Franco, mientras se reponía de una
enfermedad, y me hice cargo de la sección cultural.
Cierto día estaba temprano en el Diario, y llamó un
fotógrafo para decir que estaban embargando las cajas de Banco Rural, por una
demanda que interpuso una cliente y, como no había más, me fui a “levantar la
nota”. Al llegar, el guardia de la puerta me impidió el paso, forcejee con él y
trajo refuerzos. No pude entrar, pero sí, entrevisté al abogado cuando salió
del Banco. Hice una nota, que fue publicada en la primera plana con las ocho
columnas y yo, me sentí otra vez estrella.
Ese mismo día, el director de Banrural, Gonzalo de la
Fuente, citó a rueda de prensa (a todos menos a los del Diario) para desmentir
la nota y declaró: “a final de cuentas, esto es un golpe de un periodista
inexistente, porque ¿quién conoce a Bécker García?”, a final, otro político
prepotente.
Mi respuesta fue, publicar la demanda y la orden de embargo
y acallar al Doctor De la Fuente. Ahí están las pruebas, escribí.
Así inicié, hace 20 años, en abril, mi carrera de
periodista, interrumpida, a veces, por otro tipo de trabajos como funcionario
público.
Escribo, poco, literatura, un libro de cuentos y una novela
están en ciernes, pero no creo que sean lo suficientemente buenas como para
publicarse y quizá, solo quizá, más delante.
Pero sin duda, durante estos 20 años, en los cuales he
participado en periódicos, radio, televisión y ahora hasta en redes sociales,
puedo jurar que me he divertido como chamaco y que, lo hago con la plena
intención de hacer algo por mi entorno. ¿Qué tengo muchos detractores? Bueno,
sí, pero esto es parte de la vida y más, cuando alguien expone (y al hacerlo te
expones a las críticas en uno y otro sentido) sus puntos de vista, equivocados
o no, pero, honestos.
Entonces, me digo a mí mismo: Mi querido y amado Bécker,
valió la pena tomar la decisión de convertirte en periodista, hoy, hace 20 años.
Muchas gracias
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