No, no son prostitutas, son muchachitas
instruidas pues, la mayoría terminaron una carrera profesional, dentro de una
de las casi 20 Universidades que existen en Ciudad Obregón.
Ellas nacieron entre finales de los
80´s y hasta mediados de los 90´s, por tanto, tienen entre 22 y 27 años de
edad.
Y me cuentan: Ellas, la mayoría,
impulsadas por sus padres estudiaron una carrera profesional esperanzados,
padres e hijas, en encontrar un mejor futuro en un horizonte no muy lejano.
Egresaron, buscaron trabajo y, las que
acaso encontraron, se toparon con la ruda realidad que un título universitario,
dos idiomas cuando menos, no eran la llave para encontrar un empleo que no
existe más que en el imaginario de ambos, padres e hijas y los pocos bien
remunerados que existen y los que están por existir, ya tienen dueño, entre las
hijas y los hijos de los dueños, o entre pariente o conocidos.
Entonces pasa que existen dos opciones;
una, contratarse por un sueldo bajo (y en ocasiones prestaciones escamoteadas
como la seguridad social) o, convertirse en Ninis. Y como Ninis, pues, no hay
obligaciones diarias, ¿verdad?
Casi todas ellas, como jóvenes que son,
gustan de la fiesta, de la diversión, acudir a los llamados antros y también,
cómo no, a los bailes y conciertos que esos sí, siguen funcionando en este lado
de la geografía sonorense sin pausa.
Luego entonces se van enrolando en una
vida nocturna que primero les permite un trago o dos por noche, pero luego,
algunas, no todas, van encontrando la forma de que alguien las invite una copa
más y luego otra y así hasta encontrarle cierto gusto al alcohol, droga iniciática
y puerta de muchas otras más peligrosas y proscritas.
Y como al día siguiente no tienen nada
que hacer, pues, siguen en esa cosa que ahora les llaman after, y en cualquier
lugar, una calzada, la casa de alguien, la presa o el dique, sirven para
esperar la madrugada escuchando música y divirtiéndose.
Pero resulta que los muchachitos de
contra parte, también con las mismas credenciales de estudios y vida, no pueden
proporcionarles la fiesta porque, para empezar, para las bebidas se ocupa
dinero, y para trasladarse a los “after” carro.
Entonces entra aquí un grupo especial
de jóvenes, que usted puede detectar fácilmente en la calle o en esos centros
de diversión. Conducen trocas arregladas y refulgentes, se visten con ropa de
marca (aunque no les quita lo naco); los estéreos de sus carros son estridentes
y caminan por el mundo como si lo trajeran a flatulencias, buscando con la
mirada a retadores o enemigos. Muchos de ellos, traen una mochilita terciada,
que cuidan más que a sus ojos, porque quien sabe si dentro, traen la llave de
la diversión o la seguridad personal.
¿De dónde salen estos chamacos? Del
mismo barrio, de la misma clase, pero, algunos de ellos, al no encontrar
empleo, buscan la manera de incorporarse a una banda delictiva y de ahí vivir
en la fast line, aunque sea unos años, como sicarios, pushers, revendedores,
menudistas o trasegadores.
Y luego en la pachanga y al alcance de la
mano, salen el otro tipo de drogas, desde las tachas al crack, de la marihuana
a la cocaína, drogas sociales, pues.
¿Recuerdas, lectora, lector, aquel
video titulado “Pisteando Bichis” grabado en Navojoa y que tuvo millones de
vistas en youtube? Hagan de cuenta.
Entonces esto parece regla: las niñas
salen a la fiesta, se enganchan con estos chamacos y no llegan a su casa a
dormir, por andar en la fiesta. Las redes sociales entonces hacen su trabajo: Se busca a fulana y
zutana y bla bla bla… Horas después, la publicación desaparece, cuando ellas
regresan a sus casas, sanas y salvas, aunque crudas.
Pero sucede también cada vez más seguido,
que los muchachitos se “ondean” y deciden hasta cuando, donde y como termina la
fiesta. Y entonces se las llevan a la fuerza, en una especie de secuestro que,
en la mayoría de los casos de ahí no pasa, de retenerlas algunas horas más
(aunque es igual de reprobable, ¿eh?)
Lo que sí pasa, es que drogas, alcohol,
prepotencia, machismo y demás, hacen un mal coctel. Y entonces vemos que, los
feminicidios, acechan detrás de la conciencia laxa y estúpida de estos hombrecitos,
de que la mujer es un ser menor y sustituible. Y ahí está el verdadero y grave
problema. Y ahí puede ser que, lamentablemente, este tipo de delitos aumenten
entre nuestra sociedad.
Claro, no nos perdamos: todo este
relato inició, con la falta de oportunidades en nuestra región, la que se
convierte en campo fértil para vivir la vida loca, a cualquier precio ¿o no?
Saludos
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