En el año de 1997, sin más mérito que
ser amigo y hasta cierto punto protegido de Rafael Ramírez Heredia, fui
invitado a Monterrey a participar en el primer encuentro internacional de
escritores.
Llegué Monterrey y fui recibido como
escritor por una banda de jovencitos, los cuales, todos y cada uno de ellos
tenía un pequeño o gran libro impreso, sobre cuento, poesía y uno que otro de
novela. ¿Cómo le hacen? Les pregunté, yo que no podía publicar, acá en Sonora,
más allá de un diario y… las paredes.
Luego me di cuenta del gran movimiento
que existía alrededor y dentro de la cultura en la capital neolonesa, en todos
los ámbitos. Unos años antes, por ejemplo, se había inaugurado el MARCO, museo
para exponer a artistas plásticos contemporáneos de ese estado, nacionales y
también internacionales.
Investigando, supe que unos años antes,
los empresarios de Monterrey se había propuesto quitarse el mote de “agarrados
y broncos industriales”, y querían llevar al más alto nivel su aportación
cultural.
Investigué un poco más, y me contaron
que la persona encargada del Instituto de Cultura Neoleonés, era una señora,
esposa de un empresario, con mucha sensibilidad pero, que no era artista. ¿Cómo
puede ser que no sea artista?, pregunté yo y la respuesta contundente de varios
coincidió: “Así no tiene compromiso con nadie, con ningún grupo y apoya a todos
por igual, además de no robarse la lana”
En ese tiempo, recién había ganado la
elección como jefe del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas. Como siempre de
colado y de pegoste, caminábamos desde el lugar del encuentro de escritores
hacía el hotel, junto al propio Rafael Ramírez Heredia y con sus amigos,
Alejandro Aura y si mal no recuerdo, Gonzalo Celorio.
Rafael era compadre de Cárdenas, pero
juraba que por nada del mundo tomaría la dirección de la Cultura distritofederalense.
Aura, realizaba lecturas comunitarias en las plazas con su proyecto El Hijo del
Cuervo y Celorio era encargado de literatura de la UNAM. Ninguno, según ellos,
aunque mentían evidentemente, quería la Dirección de Cultura con Cárdenas.
Aura, al final, fue el elegido.
Tiempo después, le pregunté a Rafael
sobre el trabajo de Aura: “Solamente ayuda a sus amigos”: sí, le dije, pero tú eres
su amigo: “Era, ya no lo soy, ahora se rodeó de puros inútiles y pendejos”.
En la pasada campaña electoral,
Fernando Tapia, ex del Instituto Sonorense de Cultura, me llamó por teléfono
para decirme que estaba haciendo auscultaciones a beneficio de la candidata del
PRI, “para que cuando gane no empiece de cero, sino que le podamos marcar la
línea cultural”, me dijo.
Yo me quedé pensando en los desastrosos
años de Tapia al frente del ISC, donde, nada más los de su cofradía eran
tomados en cuenta. Fuera de ahí, nadie que osara hacer algo en beneficio de la
cultura era bien visto por su banda y le hacían la vida imposible.
No, me dije, no puede ser que el Dr.
Tapia pretenda llegar de nuevo al ISC, más, cuando coqueteó abiertamente con la
gente de Padrés para repetir en el puesto.
Afortunadamente no llegó, pero, su resentimientos
es tan grande, que está moviendo a un grupo de “cultureros”, supuestos dueños
de la verdad, para despotricar en contra del Director del ISC, Mario Welfo
Alvarez. ¿Cuáles son sus argumentos principales y repetitivos para
descalificarlo?: Su juventud y que no es artista.
A reserva de mejorar algunas cosas,
pasa que el joven Welfo está haciendo bien las cosas, apoyando a quienes lo
solicitan y moviendo una vez más el nombre de Sonora a nivel nacional. Y eso no
le gusta a Tapia y a su camarilla.
Espero que los verdaderos artistas (no burócratas
culturales como Tapia), se acerquen al ISC buscando las dos vías, apoyar y que
los apoyen, mediante trabajo, ideas y empuje, y no se la pasen como Tapia,
recordando los tiempos idos cuando, nada más los chicharrones de unos pocos
tronaban.
Por el bien de la cultura sonorense,
apoyemos a Welfo, aunque no sea artista o, no lo sé, a pesar de serlo.
Gracias
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