Si a uno le dieran
oportunidad de vivir todas aquellas cosas que lo han emocionado, movido
sentimientos, ¿qué pediríamos?
¿El enardecido amor
iniciático o el impaciente anhelo del reencuentro?; ¿Recordar aquél libro que nos
quitó el aliento de un golpe, o releerlo con la acuciosa paciencia de la exégeta?
¿La ansiosa llegada de los futuros nietos o el lejano nacimiento de los hijos?
Uno vive de recuerdos,
buenos y malos, porque al final de todo, de eso está hecha la vida.
Ya lo he dicho muchas veces,
para mí, sin duda, mi mejor trabajo ha sido cuando colaboré en Radio Sonora.
Recuerdo aún el primero día: la gente reunida en lo que ahora es el museo, poco a poco se fueron
presentando. Algunas caras ya eran conocidas, y de otros muchos, sus voces, a
fuerza de escuchar sus emisiones, ya me eran familiares.
El equipo de trabajo me
miraba con cierta curiosidad y algunos, hasta con un poco de desaliento. Y era
lógico: yo venía de hacer radio comercial, como comentarista, y algo de
televisión editorial. Nada cultural. Noticioso, más bien.
Recuerdo que justamente
cuando me extendieron el nombramiento, apenas saliendo de tomar protesta, me
llamó la conductora de una radio comercial y la primera pregunta de la
entrevista la soltó sin miramientos: “¿Vas a quitarle lo oficial a Radio
Sonora?”; y me respuesta fue que no, porque en todo caso, esa Radio, es la voz
oficial de lo que ocurre en Sonora y que, dichas expresiones, no caben en las
otras radios. Aseguré sí, que íbamos a quitarle lo oficioso, si acaso había
algo de ello. Luego entendí: en los raitings, Radio Sonora pintaba con una muy
buena audiencia.
Trabajamos muy duro. No
quisiera pecar y dejar a alguien por fuera de esto, y por ello no daré nombres
propios, enumerando la parte que cada quien hizo, porque podría perderme en la
memoria, pero nunca en el laberinto del olvido. Bueno, salvo Alzheimer.
Baste decir que en todos y
todas de quienes en ese tiempo trabajamos en Radio Sonora, la historia fue una
misma: Hacer presencia, trabajar con imaginación, con dedicación más allá del
compromiso y con un profesionalismo excelso.
Hubo sus discusiones. Una de
las primeras: “En Radio Sonora, desde su inicio, se tocan los lados “B” (los
que no son comerciales o no pegaron en las radios comerciales)” – me dijeron, y
yo defendí el punto que lejos de eso, deberíamos de buscar que, con la música,
nuestros escuchas evocaran alguna historia importante de su vida.
Había tanta discusión,
tantos puntos de vista de gente pensante, con argumentos inteligentes, que en
ocasiones podríamos estar horas y horas tomando decisiones, hasta llegar a una
mediación satisfactoria.
No había, ni un solo día, en
que el trabajo en Radio Sonora me significara aburrimiento. Y eso, en 33 años
que se cumplen este 13 de octubre, es porque ahí dentro, en esa casona rebosante de recuerdos y de historias, con sus fantasmas, sus “idos” y sus
vivos, minuto tras minuto se hace una historia para luego, continuar con la
siguiente.
Amé ese trabajo: Adoré a su
gente y me siento orgulloso de haber sido un ladrillito coincidiendo en ese
espacio, en ese aire, en esos sueños tan hertzianos.
Felicidades a Radio Sonora;
Felicidades a quienes lo han hecho posible.
Gracias
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