Fumar, hace 40
años, era una actitud que te daba cierto estatus en la sociedad, y, en el caso
de los hombres (no de todos), una cierta reafirmación de la masculinidad (por
eso los vaqueros y los caballos).
Las niñas de mis
tiempos, algunas, a la hora de bailar te decían: “me encanta esa mezcla de olor
de tabaco, cerveza y de loción (supongo era Old Spice) y uno, se la creía.
Pero de pronto
llegó un momento en que, los fumadores, empezamos a ser unos apestados
(literal), y nos sacaban la vuelta de todas partes, nos fruncían el ceño y
hasta había quien nos quería correr de la banqueta de cualquier calle porque
ejercíamos ese placer de aspirar nicotina y otros tantos gases tóxicos aún en
contra de nuestra salud.
Ahora, cuando veo
series de televisión que supuestamente transcurren en los años sesenta, donde
un doctor, ginecólogo, le recomienda a la mujer embarazada que fume para calmar
su ansiedad y, lo peor, ambos están en el consultorio. Así era, en serio.
Pero de pronto un
día todo cambió. Se hizo una campaña contra el tabaco, que no nada más era para
informar, sino para atemorizar. Fumar mata, dicen las cajetillas y aparece una
calavera y en otras, hasta un feto que supuestamente perdió una mujer que fumó
durante el embarazo. Muy agresivo, ¿verdad?
Pero resulta que
yo, fumador durante muchos años, jamás pensé dejar el cigarro, porque me
gustaba y porque lo intenté en vano, muchas veces.
Y también pasó, que luego de tanto fumar, y de
sentirme un infractor en cada lugar que visitaba, la voz se me iba apagando y
en ocasiones, no podía ni terminar bien a bien mi programa de radio, porque ya
me quedaba un hilito de voz, pero, además, tosía cada 30 segundos y se
escuchaba muy mal detrás de las bocinas.
En diciembre, un
amigo me dijo: échame el humo, porque como ya no fumo, me encanta olerlo.
Coetáneo, y creo que fue de los que empezaron a fumar junto a mi desde la
adolescencia, le pregunté sorprendido de tan gran hazaña: ¿y cómo le hiciste? Y
me explicó: En Guadalajara, existe una señora que te hipnotiza y de ahí, sales
sin fumar en una hora.
Era diciembre, en
mi bolsa traía mi aguinaldo y me alcanzó, justo, para comprar el boleto de
avión, pagar el hotel y pagar la consulta con la psicóloga en cuestión.
Llegué a su
departamento-consultorio, y me sentó en una salita muy cómoda y me dio para
leer como 30 páginas. “Lea primero esto, y luego lo paso a consulta”. Leí las
hojas en cuestión y me dije a mi mismo: “Bécker, una vez más, como todas las
veces que has comprado chicles, parches de nicotina, cigarro electrónico y
demás, y en todas, has perdido tu dinero, y, parece, que aquí viene otra más”
Y es que, la
neta, lo que estaba escrito ahí, ya lo sabía: que provoca cáncer, que las
compañías tabacaleras te roban tu dinero, que con lo que gastas al año podrías
viajar y así, todo lo que siempre he sabido pero que no ha sido suficiente para
dejar de fumar.
Justo detrás de
mi cómodo sillón, había una ventana y pensé huir por ahí, para cuando menos,
quedarme con el dinero de la consulta, pero, me di cuenta, que estábamos en un
segundo piso y pues, mejor ni lo intenté.
Total, que se
llegó el momento y la estafadora en cuestión, salió por mi, me pregunto si ya
había leído el pastiche que me dio y me invitó a pasar a su verdadero
consultorio donde me recostó en un reposet.
Ahí me dijo que
estuviera atento a su voz y que, en un conteo al revés del 10 al 1, iba a
quedar hipnotizado. Ya me imaginaba yo, haciendo ridículos bailes y demás, como
con John Milton y medio Guadalajara riéndose de mi.
Ya estás
hipnotizado, me dijo y yo no le creí, porque escuchaba todo, entendía todo y en
mi cuerpo no había ningún otro cambio. Lo único que no vas a poder hacer, es
abrir los ojos porque te los sellé. Señora charlatana, pensé y me reí, y pensé ¿cómo
que no los podré abrir? Pues, seguramente al ver mi risa de incredulidad, doña
charlatana me invitó a abrirlos y…. la neta, no pude… estaba hipnotizado pero
consciente.
Una hora después
salí de la consulta y justo al terminar las escaleras, en la banqueta, había un
bote de basura a donde fueron a parar, mis cigarros y mi encendedor. No he
vuelto a fumar desde entonces.
Y es justo aquí,
donde sale mi equipo de antiadmiradores Chairos que tengo a puños, para
decirme: y… a nosotros ¿qué nos importa que te hayan hipnotizado? Y es cuando
les digo, es que, por la mañana, estaba pensando, ¿Qué tal si hipnotizan al
Presidente López Obrador y le dicen que los huachicoleros no tienen perdón, ni
tampoco debe de darles dinero? Y, ¿Qué tal e hipnotizan a nuestra Gobernadora
Pavlovich y la convencen de que venga cuando menos dos veces al mes a Cajeme
para resolver muchos problemas? Y, si lo hacen lo mismo con Sergio Pablo
(hipnotizarlo) y le ordenan en el subconsciente, que se calme, que no se enoje,
que no pelee con nadie y menos, con la prensa.
Digo, son ideas,
porque, tenemos libertad de expresión y de pensamiento ¿o no? O ¿ya estamos en
Venezuela y no me he dado cuenta?
Gracias
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no me imagine la escena y bien escéptica a ver en que para el asunto, tengo esperanza algún día alguien logre hacerlo conmigo; lo de hipnotizarme lo otro no hace 22 años lo deje y no me interesa volver a fumar
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