viernes, 25 de enero de 2019

Hipnotizado



Fumar, hace 40 años, era una actitud que te daba cierto estatus en la sociedad, y, en el caso de los hombres (no de todos), una cierta reafirmación de la masculinidad (por eso los vaqueros y los caballos).
Las niñas de mis tiempos, algunas, a la hora de bailar te decían: “me encanta esa mezcla de olor de tabaco, cerveza y de loción (supongo era Old Spice) y uno, se la creía.
Pero de pronto llegó un momento en que, los fumadores, empezamos a ser unos apestados (literal), y nos sacaban la vuelta de todas partes, nos fruncían el ceño y hasta había quien nos quería correr de la banqueta de cualquier calle porque ejercíamos ese placer de aspirar nicotina y otros tantos gases tóxicos aún en contra de nuestra salud.
Ahora, cuando veo series de televisión que supuestamente transcurren en los años sesenta, donde un doctor, ginecólogo, le recomienda a la mujer embarazada que fume para calmar su ansiedad y, lo peor, ambos están en el consultorio. Así era, en serio.
Pero de pronto un día todo cambió. Se hizo una campaña contra el tabaco, que no nada más era para informar, sino para atemorizar. Fumar mata, dicen las cajetillas y aparece una calavera y en otras, hasta un feto que supuestamente perdió una mujer que fumó durante el embarazo. Muy agresivo, ¿verdad?
Pero resulta que yo, fumador durante muchos años, jamás pensé dejar el cigarro, porque me gustaba y porque lo intenté en vano, muchas veces.
 Y también pasó, que luego de tanto fumar, y de sentirme un infractor en cada lugar que visitaba, la voz se me iba apagando y en ocasiones, no podía ni terminar bien a bien mi programa de radio, porque ya me quedaba un hilito de voz, pero, además, tosía cada 30 segundos y se escuchaba muy mal detrás de las bocinas.
En diciembre, un amigo me dijo: échame el humo, porque como ya no fumo, me encanta olerlo. Coetáneo, y creo que fue de los que empezaron a fumar junto a mi desde la adolescencia, le pregunté sorprendido de tan gran hazaña: ¿y cómo le hiciste? Y me explicó: En Guadalajara, existe una señora que te hipnotiza y de ahí, sales sin fumar en una hora.
Era diciembre, en mi bolsa traía mi aguinaldo y me alcanzó, justo, para comprar el boleto de avión, pagar el hotel y pagar la consulta con la psicóloga en cuestión.
Llegué a su departamento-consultorio, y me sentó en una salita muy cómoda y me dio para leer como 30 páginas. “Lea primero esto, y luego lo paso a consulta”. Leí las hojas en cuestión y me dije a mi mismo: “Bécker, una vez más, como todas las veces que has comprado chicles, parches de nicotina, cigarro electrónico y demás, y en todas, has perdido tu dinero, y, parece, que aquí viene otra más”
Y es que, la neta, lo que estaba escrito ahí, ya lo sabía: que provoca cáncer, que las compañías tabacaleras te roban tu dinero, que con lo que gastas al año podrías viajar y así, todo lo que siempre he sabido pero que no ha sido suficiente para dejar de fumar.
Justo detrás de mi cómodo sillón, había una ventana y pensé huir por ahí, para cuando menos, quedarme con el dinero de la consulta, pero, me di cuenta, que estábamos en un segundo piso y pues, mejor ni lo intenté.
Total, que se llegó el momento y la estafadora en cuestión, salió por mi, me pregunto si ya había leído el pastiche que me dio y me invitó a pasar a su verdadero consultorio donde me recostó en un reposet.
Ahí me dijo que estuviera atento a su voz y que, en un conteo al revés del 10 al 1, iba a quedar hipnotizado. Ya me imaginaba yo, haciendo ridículos bailes y demás, como con John Milton y medio Guadalajara riéndose de mi.
Ya estás hipnotizado, me dijo y yo no le creí, porque escuchaba todo, entendía todo y en mi cuerpo no había ningún otro cambio. Lo único que no vas a poder hacer, es abrir los ojos porque te los sellé. Señora charlatana, pensé y me reí, y pensé ¿cómo que no los podré abrir? Pues, seguramente al ver mi risa de incredulidad, doña charlatana me invitó a abrirlos y…. la neta, no pude… estaba hipnotizado pero consciente.
Una hora después salí de la consulta y justo al terminar las escaleras, en la banqueta, había un bote de basura a donde fueron a parar, mis cigarros y mi encendedor. No he vuelto a fumar desde entonces.
Y es justo aquí, donde sale mi equipo de antiadmiradores Chairos que tengo a puños, para decirme: y… a nosotros ¿qué nos importa que te hayan hipnotizado? Y es cuando les digo, es que, por la mañana, estaba pensando, ¿Qué tal si hipnotizan al Presidente López Obrador y le dicen que los huachicoleros no tienen perdón, ni tampoco debe de darles dinero? Y, ¿Qué tal e hipnotizan a nuestra Gobernadora Pavlovich y la convencen de que venga cuando menos dos veces al mes a Cajeme para resolver muchos problemas? Y, si lo hacen lo mismo con Sergio Pablo (hipnotizarlo) y le ordenan en el subconsciente, que se calme, que no se enoje, que no pelee con nadie y menos, con la prensa.
Digo, son ideas, porque, tenemos libertad de expresión y de pensamiento ¿o no? O ¿ya estamos en Venezuela y no me he dado cuenta?

Gracias

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1 comentario:

  1. no me imagine la escena y bien escéptica a ver en que para el asunto, tengo esperanza algún día alguien logre hacerlo conmigo; lo de hipnotizarme lo otro no hace 22 años lo deje y no me interesa volver a fumar

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