martes, 8 de mayo de 2018

Bachoco premio nacional agropecuario


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Antes de iniciar con esta historia, debo aclarar que no se debe de tomar como algo completamente cierto, porque, a pesar de intentar que los actores de la misma me la cuenten, supongo por no hacer un culto a la personalidad, me han rechazado el intento, mismo que insisto, es un ejemplo de vida que debe de ser contado, sin quitarle ni ponerle.
He escuchado muchas historias sobre la fundación de Bachoco, la empresa obregonense de pollo y huevo que es ejemplo a nivel nacional.
Ayer, la reconocieron, con el Premio Nacional Agroalimentario, de manos del presidente Peña Nieto, y donde por cierto la Gobernadora Claudia Pavlovich, fue invitada de honor.
No recuerdo en qué revista, leí que, alguien había olvidado, en la estación de ferrocarril de Cajeme, alrededor de mil gallinas y antes de que murieran, buscaron a un emprendedor, en este caso don Enrique Bours Almada, para que se las llevara a donde quisiera, pagando solamente una especie de flete. Así, las llevó a su casa y empezaron con el negocio, en la sala y en el patio.
Esa es una historia.
La otra, casualmente me la contaron el otro día, en voz de alguien muy cercano a la familia Bours Muñoz, quien me asegura que las aves fueron compradas en realidad por don Javier, pero en ese momento no se encontraba en la ciudad y por tanto le pidieron a su hermano, es decir Enrique, que las llevara a su casa.
Y sigue contando la historia.
Un año antes de eso, ¿1950?, en California, hubo algún evento climático que hizo perder el cultivo de algodón de por allá y, entonces, los pocos que sembraron la fibra blanca en el Valle del Yaqui, recogieron el dinero de la cosecha del “oro blanco”, en costales. Literal, en costales, mismos que llevaban a la

empresa automotriz Autos y Accesorios, la Ford, compraban un carro o una troca, y poniendo el costal sobre los escritorios decían; por favor cóbrense.
Así fue la bonanza y así eran las transacciones en esos tiempos.
Pero resulta como suele suceder, al año siguiente, muchos fueron los que le entraron a la siembra de algodón, pensando en que la fiesta era para siempre, y fue que inundaron el mercado y el precio, estuvo por los suelos.
Entonces, por razones obvias, nadie fue con sus costales a la Ford, porque no había tal sino muchas pérdidas y, fue que, don Enrique, entonces el gerente general de esa empresa, batallaba para pagar la nómina porque sencillamente no había ventas.
En el ínterin, me siguen contando, las gallinas crecieron en la casa de la familia Bours Muñoz, y la señora Tichy, quien se hizo cargo de ellas, puso un letrero anunciando que vendía huevo.
Ella, me dicen, era una mujer muy ahorrativa, educada por su madre, una señora que había vivido los tiempos de la revolución y entonces entendía, el valor de ahorrar para los tiempos malos.
Pues resulta que un día, don Enrique recorrió los bancos locales, buscando que alguno de los gerentes lo recibiera para otorgarle un préstamo y cubrir la nómina. Me dicen, que nadie, ninguno, siquiera lo recibió. No creo que ahora las cosas sean igual, ¿verdad? Jejeje….
Conozco a muchos Bours, hijos, nietos y hasta biznietos, de Don Alfonso Bours Monteverde y puedo decir que, generalmente, son muy responsables, y, solidarios.
El caso es que esa noche, don Enrique llegó a su casa y le contó a su esposa, abrumado porque al día siguiente no tendría como pagar la nómina de la empresa familiar y sería un gran golpe para los trabajadores.
-       ¿Cómo cuánto necesitas? – le preguntó su esposa, la Señora Tichy
-       Es bastante – respondió él – son como 4800 pesos
Entonces la señora, le dijo: “yo te los voy a prestar, pero me los pagas, Enrique”
¿De dónde había salido ese dinero? Pues, de las gallinitas olvidadas.
Entonces me cuentan, don Enrique pensó que, lejos de la compra y venta de carros, el negocio estaba, en producir comida, no nada más primariamente, en granos y frutos, sino transformarlo en un producto más elaborado y qué mejor producto que el huevo, infaltable en las mesas mexicanas.
Entonces citó a sus hermanos, Javier, Alfonso y Juan, les contó la historia y juntos, decidieron sacar las gallinas de la casa de Don Enrique, construir un casetón (La granja Tepeyac rumbo al aeropuerto) e iniciar lo que ahora es, Bachoco.
Sí, esa empresa que, fue premiada, con justa razón, precisamente ayer, por ser una compañía modelo que nació aquí, en Cajeme.
Felicidades y por favor, esto no tiene nada que ver con política ni cosas peores, sino, como ejemplo de vida.



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