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Antes de iniciar con esta historia, debo aclarar que no se
debe de tomar como algo completamente cierto, porque, a pesar de intentar que
los actores de la misma me la cuenten, supongo por no hacer un culto a la
personalidad, me han rechazado el intento, mismo que insisto, es un ejemplo de
vida que debe de ser contado, sin quitarle ni ponerle.
He escuchado muchas historias sobre la fundación de Bachoco,
la empresa obregonense de pollo y huevo que es ejemplo a nivel nacional.
Ayer, la reconocieron, con el Premio Nacional
Agroalimentario, de manos del presidente Peña Nieto, y donde por cierto la
Gobernadora Claudia Pavlovich, fue invitada de honor.
No recuerdo en qué revista, leí que, alguien había olvidado,
en la estación de ferrocarril de Cajeme, alrededor de mil gallinas y antes de
que murieran, buscaron a un emprendedor, en este caso don Enrique Bours Almada,
para que se las llevara a donde quisiera, pagando solamente una especie de
flete. Así, las llevó a su casa y empezaron con el negocio, en la sala y en
el patio.
Esa es una historia.
La otra, casualmente me la contaron el otro día, en voz de
alguien muy cercano a la familia Bours Muñoz, quien me asegura que las aves
fueron compradas en realidad por don Javier, pero en ese momento no se
encontraba en la ciudad y por tanto le pidieron a su hermano, es decir Enrique,
que las llevara a su casa.
Y sigue contando la historia.
Un año antes de eso, ¿1950?, en California, hubo algún evento
climático que hizo perder el cultivo de algodón de por allá y, entonces, los pocos
que sembraron la fibra blanca en el Valle del Yaqui, recogieron el dinero de la
cosecha del “oro blanco”, en costales. Literal, en costales, mismos que
llevaban a la
empresa automotriz Autos y Accesorios, la Ford, compraban un carro o una troca, y poniendo el costal sobre los escritorios decían; por favor cóbrense.
Así fue la bonanza y así eran las transacciones en esos
tiempos.
Pero resulta como suele suceder, al año siguiente, muchos
fueron los que le entraron a la siembra de algodón, pensando en que la fiesta
era para siempre, y fue que inundaron el mercado y el precio, estuvo por los
suelos.
Entonces, por razones obvias, nadie fue con sus costales a
la Ford, porque no había tal sino muchas pérdidas y, fue que, don Enrique,
entonces el gerente general de esa empresa, batallaba para pagar la nómina
porque sencillamente no había ventas.
En el ínterin, me siguen contando, las gallinas crecieron en
la casa de la familia Bours Muñoz, y la señora Tichy, quien se hizo cargo de
ellas, puso un letrero anunciando que vendía huevo.
Ella, me dicen, era una mujer muy ahorrativa, educada por su
madre, una señora que había vivido los tiempos de la revolución y entonces
entendía, el valor de ahorrar para los tiempos malos.
Pues resulta que un día, don Enrique recorrió los bancos
locales, buscando que alguno de los gerentes lo recibiera para otorgarle un préstamo
y cubrir la nómina. Me dicen, que nadie, ninguno, siquiera lo recibió. No creo
que ahora las cosas sean igual, ¿verdad? Jejeje….
Conozco a muchos Bours, hijos, nietos y hasta biznietos, de
Don Alfonso Bours Monteverde y puedo decir que, generalmente, son muy
responsables, y, solidarios.
El caso es que esa noche, don Enrique llegó a su casa y le
contó a su esposa, abrumado porque al día siguiente no tendría como pagar la nómina
de la empresa familiar y sería un gran golpe para los trabajadores.
-
¿Cómo cuánto necesitas? – le preguntó su esposa,
la Señora Tichy
-
Es bastante – respondió él – son como 4800 pesos
Entonces la señora, le dijo: “yo te los voy a prestar, pero
me los pagas, Enrique”
¿De dónde había salido ese dinero? Pues, de las gallinitas
olvidadas.
Entonces me cuentan, don Enrique pensó que, lejos de la
compra y venta de carros, el negocio estaba, en producir comida, no nada más
primariamente, en granos y frutos, sino transformarlo en un producto más
elaborado y qué mejor producto que el huevo, infaltable en las mesas mexicanas.
Entonces citó a sus hermanos, Javier, Alfonso y Juan, les
contó la historia y juntos, decidieron sacar las gallinas de la casa de Don
Enrique, construir un casetón (La granja Tepeyac rumbo al aeropuerto) e iniciar
lo que ahora es, Bachoco.
Sí, esa empresa que, fue premiada, con justa razón, precisamente
ayer, por ser una compañía modelo que nació aquí, en Cajeme.
Felicidades y por favor, esto no tiene nada que ver con política
ni cosas peores, sino, como ejemplo de vida.
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