domingo, 24 de septiembre de 2017

México, 32 años después (Parte 1)





Karma, para la doctrina budista, es algo que se regresa de acuerdo a acciones realizadas por personas, sobre todo, en algo que no aprecian o desprecian. Es pues, como un castigo divino.
El 7 de septiembre, el mayor terremoto de 8.2 grados Richter, que en los últimos 100 años afectó a México, destruyó cientos de poblados de Oaxaca y Chiapas. Casi millón y medio de damnificados. ¿Muchos, no?
Pero resulta que las noticias, y los eventos de ayudas, apenas ocuparon los titulares de los principales noticiarios de México, a pesar de que miles de casas y edificios colapsaron en esos estados y hubo bastantes muertos y miles de damnificados. El Gobierno mexicano acudió, sí, pero no con la intensidad deseada, para mi gusto.
Karma es Karma. Y en México, pareciera ser, que lo que no ocurre en el “centro” del país, no sucede en ninguna otra parte. Pero pasó, ¿eh?

32 años más tarde…
19 de septiembre, me llama mi hija Renée y me dice que un temblor, en la Ciudad de México tenía muy alterada a sus hermanas. Un sismo de 7.2 acababa de sacudir a los habitantes, justo 32 años después del fatídico terremoto que dejó, en 1985, miles de fallecidos.
¿Celulares?, ¿llamadas a sus casas?; ni pensarlo. Redes Sociales era la única alternativa.
Renatta está bien, me dice, solamente un poco asustada. A Romina la evacuaron, porque cerca de su departamento se cayó un edificio y el zumbido y el olor a gas escapándose, era muy intenso.

Su amiga corre y corre…
Una amiga de ambas, estaba en su departamento al que había acudido a bañarse, luego de pasar la noche al lado de su novio internado en un Hospital de la Colonia Roma, la cual junto a la Condesa, fue la más afectada. Luego del susto, bajó corriendo las escaleras y siguió haciéndolo, en su intento de llegar al nosocomio, sin darse cuenta de que lo hacía en dirección contraria. Luego, un policía le prestó una bicicleta, pero, para su mala suerte, pinchó una llanta.

Mientras tanto…
Su novio, internado en el piso 7, vio como caían los cuadros al piso y del techo se desprendían pedazos de material. Como pudo salió al pasillo, y una enfermera le pidió calma. No, no había manera posible de que, ante las paredes bailando, tuviera calma, y, al fin, la convenció de quitarle suero y catéter para seguir buscando la salida.
Al bajar las escaleras, éstas aún se movían y la oscuridad fue total. Solamente se calmó cuando, en el piso 3, encontró a una anciana que bajaba con más tranquilidad que él y eso lo hizo recapacitar y saber que hasta en eso, las cosas deben de hacerse con calma.

Una moto y un casco, como tesoro de escape
Un amigo Biker, regresó a su casa en Oaxaca, y me cuenta que ya estaba medio destruida desde el 11 de septiembre, fue avisado que esta vez sí, ahora había quedado en ruinas.
Dentro de su suerte, no todo fue negativo. Su esposa estaba en el kínder con su pequeña hija y eso las salvó. Su único tesoro rescatable fue entonces su moto y su casco. Cubrió la cabeza de su esposa con éste, montó entre ella y él a su pequeña hija, cual amoroso sándwich, y viajaron por carretera a Puebla, en busca de un espacio junto a su madre. Dice, volverán a empezar pero allá.

Solidaridad mexicana viaja por el mundo
La solidaridad mexicana dio la vuelta al mundo. Las Redes sociales, a diferencia del 85 (cuando no existían más allá de las películas del Santo o de 007), ahora fueron excelente ayuda para estar comunicados, para organizarse y para dar, lo mejor que tenemos.
En derredor del mundo, subrayan esta solidaridad de la cual algún@s, se sienten orgulloso.

Y los malditos, ¿No vinieron?
Pero también hay oscuros.
La Pizzería el Perro Negro, por ejemplo, abrió sus puertas al público, el pasado sábado, justo frente a donde un edificio colapsó, justo en Álvaro Obregón 286, donde cientos de comensales, pudieron beber su “cheve” mirando directamente a otros tantos rescatistas partiéndose la madre para buscar a 50 sobrevivientes.
Y también, hubo casos como el Supremo Tribunal de Justicia, es la calle de Isabel la Católica, donde obligaron a los empleados de “outsourcing” encargados de intendencia, a presentarse a trabajar, no así, a los sindicalizados. El edificio está colapsado, pero no así el corazón de la compañía y tampoco, el del Tribunal.
Pero pasa igual con Telmex, ¿eh?, en Avenida Parque Vía, donde, quienes no son sindicalizados, desde el 21 de septiembre, están trabajando codo a codo con los albañiles que están tapando las grietas, sin importar que las mismas se hayan producido por fallas estructurales.


Es México, pues, país de constrastes donde lo bueno medio se cuenta y lo malo medio se oculta o magnifica.
¿El miércoles seguimos?







Gracias



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