Palabras Mayores
Bécker García
Para Alma Angélica, una guerrera de Dios…
Eran pasadas las 3 de la tarde. Estábamos en Radio S.A., donde el candidato a Diputado Federal, Rogelio Díaz Brown, habría de dar una entrevista.
El celular vibraba insistentemente. Miraba de reojo la luz y sentía el zumbido del mismo. Era mi esposa.
Pensé en regresarle la llamada, tan pronto nos desocupáramos. A mi derecha, Renée, mi hija y principal colaboradora, veía también atenta el teléfono, el cual había dejado de agitarse por unos instantes, para luego reiniciar su silencioso escándalo.
A la tercer llamada, abandoné la cabina y contesté.
Alma, con voz alterada pero apacible, me preguntaba por mi hija. Le di una leve explicación y me disculpé por no haber contestado a la primera.
“No la alarmes, pero están llegando al Hospital niños quemados. Dile que llame para preguntar por su hijo, porque la guardería de donde vienen es algo con A”.
Becker Andrés, mi nieto, acude a un Jardín de niños llamado A+. Imaginé el escenario y no pude más que sentir un nudo en la garganta.
Adentro de la cabina radiofónica, Renée seguía atenta el transcurso de la entrevista. Le dije que buscara a su hijo. Ella llamó, y el niño estaba con su papá.
Regresé la llamada a mi esposa, y entre gritos y caos me dijo que aquello era horrible y dantesco. Hasta ese momento, habían llegado al Hospital General del Estado, 8 niños quemados y al parecer habría más.
Luego ella, soltó el llanto y dijo: “Pídele a Dios que me de fuerzas para enfrentarme a esto”
Salimos de la entrevista, les comuniqué lo sucedido, y nos sumergimos todos en un silencio extremo.
Luego, buscamos un televisor. En las radios, la noticia aún no era conocida.
Telemax daba cuenta del trágico suceso.
Después, nos reunimos y el candidato decidió ponernos a las ordenes de quien lo necesitara, pero con cautela y prudencia. Se mandaron varias personas a los distintos Hospitales de Hermosillo, con autos, comida y agua. Era el 5 de Junio del 2009.
Mi hija y yo llegamos a Hermosillo de noche. A ella, le urgía ver a su hijo. Yo, necesitaba darle fuerzas a mi esposa.
Al pasar por la Procuraduría de Justicia del Estado, nos dimos justa cuenta de la magnitud del siniestro. En la explanada, cientos de personas esperaban noticias.
Pensé en la soledad del caos. Le llamé al Procurador. Su voz se quebraba. “Dios, ¿qué más me toca por vivir en esto?”… luego, silencio; luego, colgó.
En el transcurso de la tarde noche, los doctores y enfermeras del Hospital General, habían librado una buena batalla para rescatar a los infantes. En algunos casos, perdieron la lucha.
Increíble el morbo humano. Decenas de personas llegaron al Hospital pidiendo ver a los niños fallecidos.
“Es que un sobrino de mi novio que está buscando en otro lado, estaba en la guardería; quiero ver si está dentro de los fallecidos“
“Yo conocía al vecinito y quiero saber si acaso está por aquí”
El colmo eran aquellos que pedían fotografiar o tomar video con el celular, bajo el pretexto de llevar las imágenes a los familiares que estaban buscando en otros lados. Para el caso, mi esposa y sus compañeras, Trabajadoras sociales, preguntaban: edad, color y tipo de cabello, de piel, de ropa. Iban descartando a los morbosos, que ya para esas horas eran muchos.
Cuando contaban con altas probabilidades de certidumbre, mostraban poco a poco a los fallecidos, iniciando con el cabello y suspendiendo el proceso inmediatamente cuando las señas no coincidían.
Ese día-noche entregaron 11 pequeños cuerpos.
Era casi la una de la mañana cuando mi esposa salió del Hospital. Su voz, su cuerpo, su espíritu, habían cambiado para siempre.
Durante muchos meses necesitó terapia. Durante muchos meses despertó súbitamente inmersa en un llanto doloroso e impotente. Durante mucho tiempo y hasta ahora, Dios fue su sustento.
Cuando en Octubre de ese mismo año, el nuevo Gobierno le pidió su puesto por haber entrado con la administración anterior, Alma, mi esposa, liberó la angustia de volverse a encontrar ante un hecho semejante. Tal vez sabía, intuía, que no podría soportarlo de nuevo.
Desde entonces, todos los días pide por la resignación de los dolientes y pide, que nunca más se vuelva a repetir la lacerante historia
Gracias…
http://beckergarcia.blogspot.com/