domingo, 25 de septiembre de 2016

El día que las ratas le ganaron a los gatos


Leí durante la semana, una columna de Zepeda Patterson titulada Los Gatos de París, donde cuenta que en el verano de 1348, la peste azotó las calles de la capital de Francia, abriendo paso a la muerte en lúgubre recorrido casa por casa, como arrastrándose con pandémica crueldad y provocó miles de muertes.

Imaginemos entonces el cuadro de Dante, con cadáveres aquí y allá y que por cierto, la historia narra a un Sena anegado de carne putrefacta navegando aguas abajo.

Fue entonces que la gente, buscando las razones y las causas, concluyó que los gatos eran el vector de contaminación que provocaba el contagio, y, sin mucho alegato, se cuenta que la asustada multitud inició la cacería de los felinos hasta desaparecerlos de sus calles.

Con el paso de los años, ahora lo sabemos; los gatos no eran el principal vector contaminante, sino sus enemigos, los roedores lo son mucho más, y sin enemigo natural al frente se dieron "vuelo".

En las políticas públicas suele pasar igual; las circunstancias eliminan al contrario y es entonces cuando unos corren sin los otros de contraparte: Ratones sin gatos no es buena combinación.
Y eso fue justo lo que pasó en Sonora la semana pasada.

Las ratas del PAN (por decirlo de algún modo, que aparte les queda), le comieron el mandado a los gatos del PRI (a los que también les queda).

Y sucedió que en el Congreso del Estado, fue analizada la cuenta pública del año 2015, donde tres cuartas partes, cuando menos en el tiempo, les tocó ejercer al equipo del Ex Gobernador Guillermo Padrés Elías.

A las tribunas o corralito del Congreso, llegaron temprano los unos y los otros porristas, donde por cierto los tricolores, siendo mayoría, tomaron la parte izquierda si tomamos en cuenta desde la puerta de la entrada y sus contrarios a la derecha.

Como eran más, en el ejercicio de la bulla y el griterío, parecería que los tricolores, incluyendo a sus diputados,  tendrían un día de campo para poner en su lugar a los transas azules, que aparte, gozan de bien ganada fama de corruptos.

Pero no fue así, ¿eh?. A pesar de acusarlos de  miles y miles de millones de pesos (han sido tantos que ya hemos perdido la perspectiva, como si habláramos de centavos), pues, resulta que al llegar el momento de hacer uso de la voz (¿kiubo? ¿Parezco abogado?) por parte del Diputado Javier Dagnino, exhibió unas maletas de utilería repletas de dinero, donde había un remitente: Ramón Guzmán, ex alcalde príista de Nogales y un destinatario: Enrique Claussen Iberri, especie de coordinador de la campaña tricolor a la gubernatura en el propio 2015.

Entonces se acabó el tema. Se terminó la discusión; siguieron los gritos de descalificación, los insultos, los manotazos entre sendas porras y, de lo esquilmado o faltante, hoy por hoy ni quien se acuerde.

Dagnino, soportó a píe juntillas todo, sabiendo que al día siguiente, como lo fue, en la memoria colectiva serían las maletas y el histrionismo propio de circo de tres pistas, el tema de conversación de los sonorenses.

Y si a eso le sumamos lo de una muchachita que besó no se a quien en no sé dónde con lo cual rompió su compromiso matrimonial, pues resulta que las ratas andaban de suerte y los gatos se achicaron.

Lo concluyente del caso, es que esto ya se hace costumbre entre los gatos perdidos y superados por las cínicas ratas. O, ¿han visto ustedes a algún diputado tricolor que se la juegue, sin pensar primero en su dosmildiezyochesco futuro?

Yo no. Los veo ya más brincando la liana desde hoy y dejando que su jefa, una tal Pavlovich, se rasque con sus propias uñas.

¿Miento?

Gracias



miércoles, 14 de septiembre de 2016

Florence Foster Jenkins, la impostura del dinero


"Muchos podrán decir que no canto; pero nadie podrá decir que no canté"
Florence Foster Jenkins

Ayer martes 13 de septiembre, me topé, en una de esas páginas donde por una suscripción puedes acceder a películas de reciente estreno.

Meryll Streep y Hugh Grant, merecen siempre mi atención.

Su más reciente película se llama "Florence Foster Jenkins", y es la historia de una soprano amateur, dueña de cierta fortuna heredada por su padre, la cual invierte o gasta en mantener un club de ópera llamado Verdi, en la ciudad de Nueva York y ayudar a artistas consagrados y otros no tanto.

Sin duda, la actuación de la Streep es memorable y la de Grant muy reconocible.
Sin embargo la historia de esta mujer, una pésima cantante, pero una excelente mecenas, es lo más subyugante de la película. Y no solamente porque está basada en hechos reales, sino porque, dentro de lo absurdo que puede ser el arte, el dinero alcanza para comprar teatros llenos, quizá para goce burlesco, o, tal vez por simple curiosidad o puede ser también, la ignorancia de la apreciación musical asumida como "buena" por la manada.

La señora Foster, la original de la historia, tiene un mérito más sublime que su vanidad de falsa soprano; su innegable amor por la música y quizá con eso, sea más honesta que muchos de aquellos que abarrotaron el Carnegie Hall para escucharla cantar.

Vale la pena mirarla



domingo, 4 de septiembre de 2016